Pasarse las horas en silencio.

Las Reliquias del Hombre Ave por: Dr Adán Echeverría García

¿Cuándo un árbol cae en medio de la selva produce un ruido si no hay un ser humano para escucharlo? Es una de esas preguntas que cotidianamente nos hacemos para entender la presencia del ser humano en la naturaleza. Una de las tantas cosas que me gustó de la película Roma de Alfonso Cuarón, fue precisamente el avasallante “ruido” que en cada escena sucede en la Ciudad de México. El manejo del sonido durante la película se aprecia con el contraste del sonido del oleaje rompiendo en la playa, en una de las escenas más bellas. Roma nos deja mucho, todo ese ruido: los cepillos de las escobas sacando el agua, el claxon de los carros para entrar a la casa y en las calles, los insultos de la gente, los gritos de los que protestan, los voceadores y vendedores que no dejan de gritar, la banda de guerra escolar que marcha todas las mañanas; ruido ruido ruido, y Cleo corriendo, corriendo, corriendo, toda la película, corriendo, corre al cine para encontrarse con el novio, corriendo por toda la casa, corriendo para que los chicos que cuida no se le adelanten, corriendo dentro del oleaje del mar para salvar a uno de sus niños. Ruido, movimiento, eso nos deja también esa joya de la cinematografía que nos regaló Alfonso Cuarón.

¿Cómo es tu rostro cuando no hay nadie mirándote? ¿Lo reconoces? Ése será tu verdadero rostro, el verdadero tú. Ya no tendrás que posar ni para ti mismo. Hasta en el espejo miramos únicamente a nuestro Súper Yo, lo que queremos aparentar que somos ante los demás, el reflejo de aquello que nos ha dado forma. Nuestros gestos son ese movimiento de músculos en nuestra cara; y el ruido y el silencio, se queda en nuestros pensamientos. ¿Nuestros sueños están llenos de ruido o de silencio?

Nada como este confinamiento para poder mirarnos a nosotros mismos cara a cara, rostro a rostro, frente a frente. ¿Hallamos la sonrisa que necesitamos? ¿O acaso nos morimos de miedo ante nuestros pensamientos?

No podemos cambiar el accionar de los gobiernos. No podemos cambiar el accionar de nuestras muchas religiones. Religiones y gobierno que viven de sus fieles y de sus ciudadanos. Viven de sus diezmos, limosnas, o viven de nuestros impuestos. Todo el ruido que ellos hacen con sus rezos o con sus fallidas estrategias que vocean o transmiten por todos los medios posible, ellos nos tienen abandonados en el confinamiento. Y podremos recapacitar en todas esas personas que no tienen hoy asegurado el pan, el taco, los frijoles, y algunos son personajes muy cercanos a nosotros a los que no podemos ayudar. El desempleo crece en este país donde lo único que parece importar, y siempre, es el poder repartido entre los partidos políticos. Y eso no podremos cambiarlo.

Recién miraba a una de mis Contactas de las redes sociales, anunciar que vendía fotos de su desnudez, porque al ser modelo y al no poder salir de casa, necesita tener recurso para poder alimentarse a ella y a sus dos hijos. ¡Celebro que haya vendido las fotos necesarias! Y todos miramos las ventanas del otro en Silencio. Las ventanas y los anuncios de esta chica, así, en Silencio.

Qué complicado puede ser quedarse quietos, quedarse detenidos, intentando asustar al miedo que camina sus pasitos de escolopendra por nuestra mente. Para qué complicarnos la vida. Al final, desde el privilegio que representa tener estudios, tener trabajo, es que podemos incluso pergeñar las palabras de esta columna. Donde hablamos del ruido y el silencio, donde hablamos de Roma, de ese deterioro mental por el que podríamos atravesar de acuerdo con el temor con que cada uno enfrente a sus propios demonios, y a las religiones y al gobierno, que están ahí para hacerte fracasar. ¿Ha habido más suicidios? Pero claro que sí, los seguirá habiendo.

Celebro a los profesores que intentan dar clases, a los alumnos que intentan aprender para no perder el año escolar, celebro a los artistas que muestran videos tocando algún instrumento, o pintando algún cuadro, dando clases de alguna manualidad, declamando poemas, enseñando cómo son las clases de literatura. Yo los celebro y los canto, les canto, les agradezco seguir adelante. Celebro igual a los que leen y escriben en este momento. A los que miran la televisión, y a todos aquellos y aquellas que no paran de entretener a los niños, ya sea propios o ajenos.

Y abrazo a todos aquellos que comienzan a desesperarse porque ya no llega el dinero, porque necesitan salir a por él, y desde los gobiernos quieren impedírselos. Yo los abrazo a la distancia. ¡Saldremos adelante! El ruido citadino ha ido decreciendo, y puede uno escuchar el canto de los pájaros. ¡Escúchenlo conmigo! Esos cantos deben recordarnos la libertad que jamás nadie podrá arrebatarnos.

Mientras tanto yo seguiré leyendo “Noticias del Imperio”, del escritor mexicano Fernando del Paso, y seguiré pasando mis horas en silencio.