Para dedicarse a la literatura.

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Una persona que se quiera dedicar a la literatura tiene la obligación de leer no menos de 4 libros al mes. Y esta sería una cifra para empezar. Porque no puede haber un escritor que lea poco. No puede haber un poeta que no conozca la obra de medio centenar de poetas. No puede hablarse de querer dedicarse a escribir poemas cuando no se conoce la obra de Vallejo, Enrique Molina, Oliverio Girondo, Pizarnik, Cintio Vitier, Enrique Lihn, Neruda, Ángel González, Ibarbourou, Storni, Hugo Gutiérrez Vega, Alejandro Aura, Sabines, Benedetti, Paz, Nicanor Parra, César Moro, Delmira Agustini, Rosario Castellanos, Efraín Bartolomé, Huidobro, Lezama Lima, Manuel Maples Arce, Abigael Bohórquez, Ernesto Cardenal, Rubén Darío, Gabriela Mistral, Antonio Gamoneda, Miguel Arteche, Eugenio Montejo, Roque Dalton, como algunos ejemplos que deben servirle al poeta para empezar a hablar de conocer la poesía que se escribe en su propio idioma. Ya luego deberá pasar a otros autores de los que nos van llegando sus traducciones, Dylan Thomas, William Carlos Williams, Walt Whitman, Rimbaud, Baudelaire, Celan, Cavafis, y muchos, muchos más.

Como ven, para dedicarse a la poesía se tiene que aprender poesía leyéndola. Por supuesto que uno puede sentirse poeta escribiéndole lugares comunes al amante, a la amante, a la novia o al novio. Y creerse poeta por ello. Uno puede usar la poesía para el puro ligue. Y ése también será un objetivo del lenguaje poético, pero no estaremos hablando de literatura, si queremos asumirla como un arte, como un oficio, como un trabajo al que se le dedica la vida entera.

Tenemos que darnos cuenta de que si un pintor se pasa largas horas de trabajo realizando sus obras. Si un bailarín entrena más de 10 horas al día, el guitarrista ensaya y practica más de 10 horas al día para dominar su cuerpo, su instrumento. Si el actor, ensaya, lee la obra, aprende los diálogos, interioriza el personaje, aprende a quitárselo y ponérselo, para dominar su disciplina; si todos los artistas invierten muchísimas horas de su tiempo, entonces ¿qué te da derecho a creer que, porque en un café escribiste un texto cortado en verso para la red social o en una servilleta, pretendas creer que hiciste un poema, o peor, que eres poeta?

Siempre escucho en los talleres literarios a autores que dicen: “Este texto, lo escribí mientras venía para acá”. Y no se qué esperan. A lo mejor que todos digamos: Wow, qué gran poeta es este personaje, qué gran autor, lo escribió mientras venía al taller, wow, ¡hazme un hijo, poeta! No se en realidad qué cosa pasa por su cabecita loca.

Uno se da cuenta de que se es poeta, de que se es narrador, cuando le llegan ideas y tiene que dejarlo todo para ponerse a escribir. Cuando sacrifica momentos de diversión para ponerse a escribir. Aquel que se la pasa de fiesta en fiesta, de ligue en ligue, emborronado apenas algunos papeles, pero que nunca lee, no es poeta, es alguien que le gusta la bohemia. El verdadero escritor sabe muy bien que, para dedicarse a la literatura, tiene que tener no solo disciplina lectora sino un enorme gusto lector. Andará siempre cargando un libro en el bulto, en el carro, en la mochila, en el portafolios, para poder leer apenas tenga un instante. Un verdadero escritor es un gran observador de la vida, y se la pasa comparando la vida real de la vida literaria. Aprende a reconocer personajes de la vida, para hacerlos personajes literarios.

Un verdadero escritor sabe que para escribir un libro debe haber leído veinte libros. En la vida de alguien que se quiere dedicar a la literatura, la relación entre lectura y escritura tiene que estar en una relación de 70% de lectura por 30% de escritura. El poeta tiene que leer a poetas, de esta época y del pasado. Tiene que saber encontrar la tradición literaria a la que conduce su propia búsqueda poética. Leer y escribir no es para cualquiera, leer literatura no es para los débiles, sino para aquellos que en verdad tienen deseos, disciplina y capacidad para enfrentarse a los autores del pasado y del presente, aprender a disfrutarlos y para ser capaz de criticarlos.