Contra los partidos políticos mexicanos.

Las Reliquias del Hombre Ave por: Dr Adán Echeverría García

“Para nosotros sólo existe una consigna: luchar contra el partido”

movimiento de resistencia Rosa Blanca el 18 de febrero de 1943

Los partidos políticos mexicanos, desde 1994, dejaron de tener sentido para la democracia mexicana. Desde ese año se han vuelto un freno para el avance de la sociedad y la razón de tanto encono, de todo el retroceso que cada seis años ocurre.

En alguna época de nuestra historia, luego de la sangre derramada desde el 28 de septiembre de 1821 y hasta 1876, Porfirio Díaz asumió al poder y redujo al mínimo las asociaciones políticas que tanto odio, tanta muerte, tanta ruina habían causado al pueblo de México, al hacer evidente que su existencia solo estaba marcada por el deseo de tener el poder y abusar de él una vez que lo obtenían; con esta acción el país gozó de estabilidad económica, sin los partidos políticos se pudo construir la economía de este país, se pudieron fundar instituciones de cultura, ciencia, academias.

Cierto es que Porfirio decidió envejecer en el poder, como anteriormente lo había intentado Juárez, o como quiso hacerlo Álvaro Obregón al modificar la ley para reelegirse, o el mismo Plutarco Elías Calles al mantener el poder a un costado de la presidencia en lo que se ha conocido como Maximato.

Lo cierto es que desde que el Salinato comenzara a tomar forma, durante el sexenio de su creador: Carlos Salinas de Gortari, los partidos políticos mexicanos han asumido la repartición de las prerrogativas para hacerse de los recursos del país, esgrimiendo la bandera de una falsa democracia, de un teatro democrático, para mantener el gobierno mediante una Partidocracia, y apuntalando ese control, a billetazos sobre los medios de comunicación (“a mí el periodista me quiere o si no mi amistad se la pierde”), quienes mantienen el continuo choque y confrontación entre los ciudadanos.

Un pueblo de México acostumbrado a tener siempre pastores, a seguir patronos, a adorar santos y esperar mesías, un pueblo mexicano viviendo, defendiendo y matándose para pertenecer a un partido político, a golpearse con otros para recibir la caricia, la mirada protectora de aquel líder de partido que pueda lanzarle una migaja (puesto en gobierno, apoyo económico, etc.), a sabiendas de que mientras más cerca se esté de ese “sol”, más cerca se estará de los beneficios que les brindarán su cercanía a los partidos políticos.

Partidos políticos vueltos Instituciones financiadas con los impuestos de los mexicanos, y que ningún solo beneficio le devuelven al pueblo como sociedad, como ya dijimos, solo migajas personalizadas, a las familias que en cada municipio se apropian de los colores, las calcomanías, las banderas y toda la parafernalia que les hace ser parte de ese partido político, mientras dicen que odian al partido político contrario, y cuando ese partido ya no les beneficia, simplemente cambian de partido y acusan ahora al partido contrario.

Discursos falsos, discursos llenos de ignorancia. El tema es que desde un partido político se desacredite a los integrantes de los otros partidos, mientras en la mesa de café se hacen los acuerdos para repartirse los presupuestos.

Grande ha sido la escuela de Carlos Salinas de Gortari, grande el deseo de no tener más ideales que el lucro, el mercantilismo, el sacar raja de todo presupuesto, migajas para el pueblo, ganancias para la familia, amistades del político partidista en turno. Los partidos políticos mexicanos, como hoy los conocemos, son el freno, el escollo, el hueco en el que nuestro país seguirá atorado. Andrés y Morena son parte de ese mismo Teatro de la Democracia.