Los positivos días que nos esperan
Dr. Adán Waldemar Echeverría-García
Dr. Adán Waldemar Echeverría-García
Sentirse derrotado es de lo más fácil. Empieza con el sueño. Con la idea de que dormir es la mejor cosa que puede pasarme. Pero es ahí, bajo las cobijas, en donde uno puede comenzar su accionar equívoco hacia la depresión.
Nunca será lo mismo la recuperación del cuerpo para eliminar el cansancio, que las pocas ganas de levantarse. Y uno tiene que aprender a admitirlo.
Admitir lo que pasa con nosotros, debe ser el primer paso. Admitir si tenemos miedo. Admitir si estamos sufriendo por alguna cosa, algún desencuentro, algún acto de violencia que hemos cometido, o que han cometido contra nosotros.
Debemos admitir nuestras propias injusticias, y no solo las injusticias que los demás hacen respecto de nosotros.
¿Qué cosa es nuestro cuerpo si no apenas el recipiente para nuestra mente?
Eso que llaman alma y que es nuestro continuo pensar de todos los días.
Ahí, detenidos en la histeria. Persiguiendo las eternas siluetas de los otros. Nos han enseñado la imitación. Nos han vendido la idea de que tenemos que integrarnos a los demás. Intégrate niño. Niña, deja ese aislamiento que nada bien te hace.
Y eso no es verdad.
Nuestro pensamiento es la primera barrera para nuestra protección. Desde bebés podemos darnos cuenta, debemos darnos cuenta, de los bloqueos que comienzan a realizar con nosotros y que le llaman educación.
¿Cuántas personas influyen desde nuestro nacimiento? ¿Desde nuestra gestación?
Aquello de un esperma y un óvulo se vuelve multitud sensorial.
Y ahí estamos recibiendo por el cordón umbilical todo aquello que nuestra madre recibe. Somos el parásito dentro de nuestra madre. Pero igual somos la competencia para el alimento. Y una continuación de su persona. Si nuestra madre sufre miedo, nos afecta, si sufre desprecios, golpes, si se mete drogas, tabaco, alcohol, demasiada grasa con los tacos, demasiada sal. Si todo en ella es oscuridad y terror. Si todo en ella es aquelarre y dinamita.
Porque para ser madre y ser padre se tiene que tener una decisión precisa. Pero en muchas ocasiones somos resultado de las posibilidades que se han filtrado entre la historia de dos, que termina siendo nada más de una.
Y desde ahí comienza nuestra educación. Ráfagas de cariños y escupitajos de abandono.
Y vamos creciendo hasta salir de la cuna, y habitar la holgadura de la hamaca o el resortero de los colchones.
Esperamos bajo de nuestras colchas que las nieblas se disipen, y no nos damos a la tarea de manotearle a la niebla, de manotearle a la vida. Y decir: ¿Pero cómo chingados que no? Pero claro que puedo contra esto que se llama vida.
Si otros muchos lo han logrado, no seré yo el que no pueda. Y con ese ideal hay que salir desde las colchas a enfrentar la vida.
Los positivos días que nos esperan no son una meta inalcanzable, son apenas una posibilidad que se construye desde las intenciones. Y son las intenciones las que tienen que ser siempre sorprendentes.
Porque si lo que queremos es vivir en la amargura, la desesperanza, y el Tafil, entonces mejor decidámoslo pronto, y no caminemos por la vida causándole lástima a los demás.