Las fronteras personales

Las Reliquias del Hombre Ave por: Dr. Adán Echeverría García.

Dr. Adán W. Echeverría-García

«… a negar y escarnecer la patria y las patrias

y abominar de todos los emblemas pueriles

que los hombres inventan para odiarse entre sí y combatirse.»

Martín Luis Guzmán

En estos días me tocó de nuevo participar en el monitoreo anual del Río Bravo, en apoyo al Proyecto Binacional que desarrolla la organización Rio Grande International Study Center. En esta ocasión me tocó ver que jóvenes universitarios de la Universidad Tecnológica de Matamoros y del Instituto de Ciencias y Estudios Superiores de Tamaulipas tomaran muestras, hicieran análisis cualitativos, desarrollaran una campaña de concientización en redes sociales, prepararan un vídeo de 90 segundos sobre su experiencia, y prepararan trabajos artísticos, ya sea literarios y visuales, con la finalidad de construirnos juntos una cultura del cuidado del agua de nuestro río. Siempre es emocionante ver a los jóvenes trabajar juntos en distintos proyectos, esta vez no fue la excepción.

Lo triste en estos cinco años de monitoreo es mirar la pobre calidad del agua del Río Bravo, en donde se vierten drenajes de la ciudad de Matamoros, particularmente de una de las colonias más pudientes y antiguas de esta ciudad, de la colonia Jardín. En verdad es penoso que los vecinos de esas zonas carezcan de cultura ambiental. Pero esta tristeza hay que añadir el paisaje que logra apreciarse al otro lado del Río: mallas de acero, de alrededor de dos metros, que tienen en la parte superior, enredados alambres de púas. Por ese odio a los migrantes, con ese deseo de contención, los vecinos de Brownsville son incapaces de entender que a la fauna de esa zona le ha bloqueado el poder bajar a beber agua del río.

¿Qué espantosos seres somos los seres humanos que decidimos si un animal puede o no bajar a tomar agua al río? Solamente los anfibios, reptiles y mamíferos pequeños pueden colarse entre esas rejas para poder bajar a beber agua en las orillas gringas del Río Bravo, porque los vecinos del norte, en su deseo de que nadie entre a su país, insisten en bloquear los espacios de tierra de la naturaleza. Esas fronteras físicas y naturales son verdaderas fronteras y muros mentales que les hace anidar en el corazón un odio creciente por sus vecinos latinos del sur.

Las aves de Canadá y Estados Unidos que vienen a pasar el invierno en los cuerpos de agua de México deben reírse de estas payasas y nefastas actitudes de los humanos: Pero mira qué bestias, ponen rejas a dos o tres metros de llegar al agua del río, todo para que los morenitos del sur, esos del otro lado del río no puedan cruzar nadando e internarse en su país.

—Pero mamá, ¿por qué los humanos se odian tanto entre ellos?

—Enloquecieron con algo que llaman dinero, economía, propiedad privada. Y eso los hace tener miedo de que los demás, los otros humanos, quieran arrebatarles su dinero, su economía, sus cosas que erróneamente llaman suyas. Pobrecitos seres humanos tan tontos.

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