MENSAJE DEL DELEGADO FEDERAL DE SEMARNAT, MVZ. CARLOS BERLÍN MONTERO, DURANTE LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO “RELATO DE LOS CENOTES DE YUCATÁN”, DE FERNANDO ROSADO LARA. (AUDIO)
… Muchos han escuchado el dicho que dice: «en la vida hay que hacer tres cosas: escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo”, pero muy pocos saben el por qué…
Este dicho tan popular – basado en la adaptación de un relato profético de Mujámmad, el mensajero del islam – pocos saben su significado y el objetivo de estas tres cosas mencionadas;
Yo solo voy a referirme a dos esta noche: Plantar un árbol – lo cual hacemos casi a diario en Semarnat, y que tiempo es lo que nos falta para plantar más árboles – nos recuerda que la persona que planta un árbol o que pone la semilla del mismo para que crezca, será recompensada cada vez que coma de su fruto o repose bajo su sombra, porque sin duda, todas nuestras acciones, todo lo que sembramos, tarde o temprano lo cosecharemos.
Y escribir un libro; estoy convencido que es una referencia al saber o al conocimiento que puede dejar alguna persona, tras estudios o investigaciones, para que sea beneficiosa y provechosa para las futuras generaciones, pues en la vida estamos para servir a los demás, y que mejor manera de honrar esto, que heredando nuestro conocimiento para que sirva a las futuras generaciones.
Por ello agradezco a Don Fernando Rosado el distinguirme para presentar ante ustedes su obra de todo una vida, plena de conocimiento y experiencias, llena de la grandeza de nuestro Estado, y la sabiduría de un hombre que se adentró hasta lo más profundo de esas bellezas naturales que son patrimonio de todos los que vivimos en esta región.
Hablar sobre los logros de la gente, es algo que en lo personal me llena de satisfacción, y un libro es justo eso, un enorme logro que significa años de trabajo y esfuerzo para que salga a la luz, y que en este caso en particular, además Don Fernando lo enriquece con su experiencia de vida en torno a un pasatiempo que se vuelve trabajo y un trabajo que se vuelve su pasión; el espeleobuceo
Debo aceptar que para mí fue un verdadero placer poder leer este libro, que no solo es trascendental por adentrarnos en la historia del espeleobuceo en Yucatán, desde sus orígenes hasta lo que es hoy en día, sino porque a través de sus páginas nos lleva de la mano por lugares paradisiacos de nuestra bella península, y particularmente de nuestro grandioso estado de Yucatán y sus bastas riquezas naturales.
¿Cuántas veces los yucatecos hemos escuchado hablar de los cenotes? ¿Cuántos saben que es un cenote? Estas son preguntas que el autor utiliza para explicarnos, quizá en su definición más simple, que son depósitos de agua, llamados de distintas maneras en otras latitudes, pero que solo en la época del gobernador Cervera Pacheco se logró el registro de mas de 3 mil cenotes en Yucatán, precisamente gracias al enorme interés que gobernador tenía por esta actividad, y que nuestro autor reconoce y agradece en su obra.
Esto hace que presentar este libro, sea un doble honor, porque Don Víctor, además de un jefe político, fue para mi un maestro, un amigo, pero sobre todo, un visionario como lo dice el mismo autor, que sabía de la importancia turística que significaba para el estado, tanto la actividad del espeleobuceo como los mismos cenotes y sus riquezas, así como el invaluable tesoro que representa para la humanidad misma ese vital líquido depositado a lo largo y ancho de todo nuestro territorio.
Un milagro de la naturaleza, según la teoría más aceptada, ocasionado por el impacto de un gran meteorito que, además de acabar con los dinosaurios, formó infinidad de grutas, aguadas y cenotes en la entidad, así como los grandes ecosistemas que hoy conocemos, pero también nos permitió contar con un recurso indispensable para la vida, que es el agua ahí acumulada.
Por eso también la trascendencia de esta obra de vida de Don Fernando, ya que gracias a sus expediciones, hoy podemos contar con registros y los trabajos necesarios para la preservación y uso responsable del vital líquido que ahí encontramos.
Claro que leer sobre Playa del Carmen en la década de los setentas, sin que existiera Cancún; o leer sobre los cenotes que tanto nos enorgullecen, es un privilegio, no solo por su majestuosidad, sino porque nos identifican y nos proyectan ante mundo entero.
Además, a través de una narrativa ligera, el autor nos adentra en una serie de vivencias y retos, que tuvieron que enfrentar quienes se atrevieron por primera vez a explorar las profundidades de nuestros cenotes.
Sin duda el buceo. Particularmente el espeleobuceo, es apasionante y riesgoso a la vez, pero imaginen ustedes adentrarse en esta actividad sin contar con toda la tecnología y experiencias que, gente como Don Fernando, nos transmiten y nos heredan, recordándonos a su vez, los riesgos y retos a los que se tiene que enfrentar aquel que decide incursionar en estos lugares que seguro estoy, aún tienen grandes maravillas para descubrir.
Y entonces, como ya se imaginarán, el recordar tantas y tantas cosas y poder leer sobre amigos y conocidos que han disfrutado de una actividad como esta, resulta excitante y gratificante a la vez.
Para quienes tuvimos la fortuna de disfrutar nuestra juventud inmersos en lugares paradisiacos como los que nos describe el libro, antes de que fueran transformados por la mano del hombre – como la bella caleta Xel – Ha, cuya foto aparece en el libro – nos hace reflexionar también sobre que tanto hemos modificado nuestro entorno y todo lo que podemos ocasionar si no aprendemos a convivir armoniosamente con nuestra naturaleza y sus riquezas naturales.
Pero además esta obra nos permite conocer un poco acerca de lo fácil (porque se trataba de amigos), o difícil (por el entrenamiento, el costo y los viajes), que significó la creación de la primera asociación de actividades subacuáticas de Yucatán, y todo en torno a esta apasionante actividad.
Leer nombres de amigos y conocidos, imaginándolos primero sumergiéndose en piscinas y después yéndose de excursión a recorrer la gran cantidad de cenotes con que contamos en Yucatán, seguro se vuelve motivo de envidia para aquellos amantes de la naturaleza. Anécdotas sobre paseos, el encuentro con más buzos de otras regiones de México y de otros países, así como también los relatos sobre accidentes, algunos de ellos con finales trágicos, hace que esta lectura se convierta también en una enseñanza.
De modo que aquellos que apenas hemos iniciado en esta actividad, seamos mucho más cautos en todo lo que hacemos, y nunca yendo más allá de nuestras limitaciones, las cuales, como bien nos narra el autor, debemos aprender a reconocer.
Así, los nombres de Tecoh, Homún, Cuzamá, Abalá, Tekit, Noc – Ac, se repiten constantemente como recordatorio de lo afortunados que somos quienes vivimos en esta región, no solo por las bellezas naturales con las que contamos, sino por todos los tesoros que, en palabras de Fernando Rosado Lara, “estas cápsulas del tiempo, guardan con celo en su interior, secretos de la cultura maya”… que son “verdaderos tesoros subacuáticos para la ciencia y nuestra actual cultura”.