“Queremos más. Nosotros siempre queremos más”, respondió Sergio Orduña en rueda de prensa al hecho de que ya sabía el resultado de Mineros contra Tampico Madero antes de saltar a la cancha del Banorte.
Su equipo no estaba dispuesto a jugar con otro marcador que no sea el propio.
Venados empezó mal esta historia. ¿Cuántos pensaron, hoy a un paso de la calificación, que esas dos derrotas del inicio de torneo eran la tumba del ciervo? Pero el sueño siempre estuvo ahí. Latente y entre ceja y ceja. Después de todo imaginar la grandeza es gratis.
La grandeza no se la dio la nómina. Se la ganó a base de sudor, golpes, buen fútbol, mal fútbol, tristezas, alegrías, grada, afición… sobre todo afición. Venados es grande porque Yucatán es grande y en esa grandeza mental sembró Orduña la semilla de un sueño que el viernes, en el vestidor del estadio Banorte, germinó.
El ciervo estaba fundido después de los primeros 45 minutos, los primeros de lo que parecía una catástrofe.
Desesperados y destruidos. Así atravesaron los jugadores los 45 metros que separan la cancha del vestidor. Antes que ellos entró Sergio Orduña. Meditabundo pero seguro. Se le veía en el gesto que ya tenía las palabras exactas para el entretiempo.
Para el segundo tiempo, el técnico mandó a la cancha a otro equipo. Once cambios de un jalón. 11 nuevos jugadores salieron a gritarle a la liga que el descenso nunca fue una opción y que quieren la liguilla.
“Estamos muy contentos. Ha sido una labor muy difícil. Tenemos un equipo de guerreros que se convencieron de que las cosas se podían hacer muy bien. No bien, sino muy bien”, afirmó ‘el Millonario’ después en rueda de prensa para explicar esa hambre con la que salió Venados para la parte complementaria y que ni el mismo Maradona se esperó.
Un empate que pudo ser goleada. Un punto con sabor a tres, el sueño de trascendencia intacto y puestos de liguilla. Eso se trajo Venados de Culiacán.
El sueño se redondea el día 12 ante Mineros. La cancha del Iturralde por sí sola debe gritarle al rival que el objetivo siempre fue la calificación. El reloj espera las 20:30 horas de ese viernes para escribir una nueva historia.
La afición quiere más. Siempre quiere más y su equipo lo sabe. Que no quede esfuerzo sin recompensa.
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