Recuerdan la vida y lucha de Felipa Poot Tzuc
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Kinchil Yucatán, 14 de enero de 2020.- En el marco del 117 aniversario de natalicio de Felipa Poot Tzuc, pionera en la lucha por los derechos indígenas y agrarios de Yucatán, la Escuela Secundaria Técnica número 18, que lleva su nombre, y el Ayuntamiento de Kinchil organizaron un emotivo homenaje, que concluyó con una marcha hacia el busto de la mártir, en el centro del poblado, para dejar una ofrenda floral.
Docentes y autoridades del plantel, encabezado por Jenny Caballero, llevaron a cabo una muestra de pancartas en las que se apreciaba el legado de la mártir. En su corta vida, además, impulsó elecciones justas y un programa de alfabetización para adultos. Ella superó los obstáculos de su tiempo para aprender a leer y escribir, lo que la convirtió en la voz del pueblo.
En presencia de las sobrinas de la homenajeada, Juana Bautista Puc Tzuc y Antonia Poot Puc, el alcalde Carlos Valentín Pech Dzib expresó que en aquella época el campesino era obligado a trabajar la tierra para los patrones sin siquiera tener derechos sobre lo que cultivaba, pero que Felipa, con su tenacidad y decisión, vino a cambiar todo.
“Hace 117 años nació una mujer que hoy en día la recordamos por esa valentía, ¿por qué es de reconocerse? Simplemente porque por aquel entonces era prácticamente imposible luchar contra ese sistema de cacicazgo que existía en nuestra comunidad”, aseguró.
Asimismo, comentó al alumnado que la historia se sigue escribiendo y que cada uno tiene la posibilidad de contribuir y seguir llevando en alto a Kinchil, pero sobre todo que es importante recordar que gracias a toda la sangre derramada, no solo de Felipa sino de muchas personas, hoy se tiene un municipio libre y próspero.
“El camino continúa, no acaba allí ni tampoco acaba acá, el camino cada uno de nosotros tiene que construirlo y como siempre he dicho, nuestros antepasados como Felipa Poot hicieron su parte, ahora nos toca a nosotros construir la nuestra. ¿Para qué? Para dejarle a la siguiente generación un municipio mejor, ese debe ser el camino que debemos llevar cada ciudadano de todo el mundo: siempre trabajar, construir, para que la otra generación siga también los buenos pasos de los buenos ciudadanos”, dijo.
Añadió que comparte el lema de la prócer, “si algún día hemos de morir, para qué dejamos de luchar”, solo que para él es “si algún día he de morir, para qué dejar de trabajar” y con sus palabras “y por qué no, tampoco dejar de luchar”.
Al finalizar los honores al lábaro patrio, tres contingentes del primer grado, junto con la Escolta y la Banda de Guerra del plantel, además de las autoridades municipales, marcharon hacia el centro de la población, desde donde se montó una guardia de honor y se depositó una ofrenda floral en el busto de Felipa Poot Tzuc.
Sobre Felipa Poot Tzuc
Penúltima hija de 11 hermanos, Felipa Poot Tzuc nació el 14 de enero de 1903 en la hacienda de Santa María. Desde temprana edad manifestó un temperamento diferente y unas decididas ganas de hacer una diferencia, pues en un tiempo en el que la educación era negada a las mujeres, y más aún si era de ascendencia maya, se las arregló para aprender a leer y escribir.
En 1915, ya en plena Revolución Mexicana, empezaron a gestarse cambios en el acontecer nacional, entre donde figurada la abolición de peonaje, hecho que quienes tenían el control del pueblo se negaban a hacer válido. Allí es donde Felipa decide hacer escuchar su voz y la de cientos de campesinas y campesinos que aún seguían bajo el yugo de un capataz.
En su legado, organizó al gremio de carboneros para exigir sus derechos, trabajó en un sistema de alfabetización para adultos, fue presidenta de la liga femenil “Rita Cetina”, participó en la creación del Consejo Municipal Comunitario y, el hecho por el que más se le recuerda, es que fue pionera en la lucha por los derechos agrarios, pues hasta esta parte del país aún no se habían implementado las reformas dispuestas por el presidente Lázaro Cárdenas del Río.
A la edad de 33 años fue asesinada por las personas a las que no les convenía que alguien como ella, con decisión y coraje, le quite la venda de los ojos al pueblo de Kinchil. Esto sucedió un 28 de marzo de 1936, en cruce de las calles 20 por 25, justo en el local donde se reunía con sus colegas de lucha.