Hasta ahora, el cultivo de microalgas para la obtención de aceite que derive en biodiesel, para la producción de biogás a partir de su biomasa, o bien, en la formulación de alimento para peces y moluscos se llevaba a cabo empleando agua dulce. Sin embargo, se trata de un recurso cada vez más escaso y que debe ser protegido para uso y consumo humano, principalmente.
Con esta disyuntiva, dos doctores en biotecnología idearon un sistema que permite el cultivo de un tipo de microalga empleando agua de mar, con el cual se obtienen biocombustibles, y diversos compuestos de interés comercial como la clorofila, pero también se generan alimentos para especies cultivadas en granjas acuícolas, como peces, crustáceos y moluscos bivalvos, como el callo de hacha.
El desarrollo de los investigadores David Ulises Santos Ballardo, de la Universidad Politécnica de Sinaloa, y Ángel Valdez Ortiz, de la Universidad Autónoma de Sinaloa, ha dado pie a una patente ante su muy viable transferencia tecnológica por el bajo costo económico de inversión requerida.
El proyecto inició con la obtención de clorofila e hidrolizados proteínicos de la biomasa de Dunaliella, un género de algas microscópicas de la clase Chlorophyceae. Sin embargo, productores de campos pesqueros y granjas acuícolas se vieron interesados en generar alimento para sus especies. Hasta entonces, su cultivo se había hecho en condiciones cerradas en laboratorio, y el reto era llevarlo a escala industrial sin que se perdiera el control de las condiciones.
Así lo explica el doctor Valdez Ortiz y añade que la biomasa residual se puede utilizar como alimento de larvas de camarón, de ahí que los productores en granjas se interesen en la tecnología. “El producto que compran es generalmente importado y resulta muy costoso; por otro lado, las larvas de camarón se enferman porque el alimento está contaminado y la tasa de mortandad es alta, se estima que de cada mil larvas sobrevivirán 600 para ser aprovechadas”.
El especialista en ingeniería genética detalla que se adaptó el proceso para realizar la producción en condiciones abiertas, pero bajo control para evitar la contaminación en los factores ambientales. Se utilizaron como biorreactores bolsas de polietileno de baja densidad y se habilitó un flujo de corriente de agua de mar. El proceso en general resulta muy barato.
Como parte del protocolo de investigación, el doctor Santos Ballardo acondicionó el sistema en Brasil y Barcelona (España), además de Sinaloa, donde se hicieron evaluaciones de las condiciones y las variables del mar, pero finalmente se consiguió adaptar con éxito la tecnología desarrollada en México.
“Como parte de su tesis doctoral logramos cinco publicaciones científicas y registrar cuatro patentes. La tecnología es adaptable para formular alimentos para otros cultivos de granja, como moluscos, tilapia y otros”.
“Por otra parte, hay que considerar que la variabilidad de agua de mar es enorme de un día para otro, desde la salinidad, la carga microbiana y más, y eso hace que se afecte la producción. Trabajamos ya en un diseño para ver el control de ésta mediante biofiltros a fin de eliminar microbios, la sal en exceso y más factores”, concluye el doctor Valdez Ortiz, quien obtuvo en 2017 el Premio de Ciencia, Tecnología e Innovación por parte del Instituto de Apoyo a la Investigación e Innovación, en Sinaloa.
(Agencia ID)