Los ‘esclavos’ hispanos de la tierra de Iowa

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Que Iowa es un estado muy ‘blanco’-es decir, con poca presencia de minorías como negros, hispanos y asiáticos- es algo bien sabido. Ahora bien, ¿qué tan blanco?

Lo suficientemente blanco como para que el senador del estado Mark Chelgren, que ahora quiere ser congresista en Washington, pidiera en diciembre ni más ni menos que la pena de muerte para los inmigrantes ilegales que reinciden y vuelven a entrar sin papeles en EEUU después de haber sido expulsados.

El Partido Republicano se aprestó a distanciarse de la propuesta de Chelgren. Pero, el que un político de primera fila de Iowa hiciera esa afirmación como parte de su campaña para entrar en la política nacional no sólo demuestra lo ‘blanco’ que es el estado sino, también, la tremenda falta de poder político de los hispanos en un territorio que es crítico para decidir quién va a ser el próximo presidente de Estados Unidos.

En Iowa ganaron el martes tres candidatos republicanos durísimos en materia de inmigración: Ted Cruz, que propone eliminar todas las trasferencias del Estado federal a las ciudades que no cooperen en la expulsión de ilegales que han cometido delitos; Donald Trump, que quiere construir un muro en la frontera con México; y Marco Rubio, que ha copatrocinado un proyecto de ley que condena a 5 años de cárcel a los ilegales que han sido expulsados y vuelven a entrar en el país.

Ahora bien: si en Iowa los inmigrantes -legales e ilegales-no llegan a los 200 mil, de una población total de 3,1 millones, ¿por qué generan ese rechazo? «Porque, precisamente, una parte significativa de ellos se concentran en zonas agrícolas muy blancas», explica Manuel Gálvez, editor del semanario en español ‘El Trueque’, que se distribuye en 12 ciudades del estado. En Iowa hay ciudades como Sioux City que construyeron su economía sobre los mataderos, sobre todo de cerdos. Y allí es donde llegaron los primeros hispanos hace más de un cuarto de siglo. No eran ilegales, sino que venían de otras regiones de EEUU, sobre todo de Texas. Las propias empresas procesadoras de carne los llevaron a realizar unos trabajos tan duros que los nativos de Iowa no querían hacer.

Encima, en Iowa sobra trabajo en la agricultura y en el procesamiento de todo tipo de carne: desde cerdo hasta pavo. Gálvez estima que el número de hispanos se ha duplicado en los últimos 20 años. Y los inmigrantes se han ido adaptando a las nuevas oportunidades económicas. Han llegado temporeros, que hacen una vida nómada, con familias enteras que van viajando por la inmensidad de Estados Unidos conforme a los ciclos de las cosechas. Y en el Noreste de Iowa, donde la economía continúa teniendo una base industrial, se han asentado en ciudades.

Iowa, territorio fértil

Los latinos también están suministrando la mano de obra en el gran laboratorio de la agricultura transgénica que es Iowa. Ese estado que está entre los territorios más fértiles del mundo, y tiene explotaciones agrícolas son verdaderas ‘fábricas de cultivos», con máquinas que van sembrando automáticamente de forma diferente según cambian las características del suelo en cada propiedad.

En la ‘agroindustria’ se plantan semillas transgénicas con tractores que llevan iPads en los que está recogida toda la información del terreno. Tanto las semillas como la información de las tabletas -que llega a través de una app- les es vendida por la empresa Monsanto, cuya sede se encuentra en el vecino estado de Missouri. «Una cosechadora hoy en día tiene más capacidad de computación que la cápsula del Apolo XI que llegó al hombre a la Luna», explica un portavoz de Monsanto a EL MUNDO.

Pero no todo es tecnología. También hay que probar las nuevas semillas que producen los laboratorios de Monsanto, y de otros gigantes de la biotecnología, como la suiza SynGenta, que es la mayor del mundo en ese sector y que el miércoles fue comprada por la china ChemChina por 39.000 millones de euros, las alemanas BASF y Bayer, y las estadounidenses Dow y DuPont, que se están fusionando.

Y ahí es donde entran los hispanos. «Cuando un agricultor prueba nuevas semillas, usa enormes cantidades de trabajadores agrícolas, en su inmensa mayoría latinos», declara Gálvez. Una explotación de 2.0000 acres (casi 1.000 hectáreas, lo que da una idea de cómo es este tipo de agricultura) puede emplear a 700 inmigrantes, explica el periodista.

Jornaleros de cultivos genéticamente modificados

El trabajo de estos ‘jornaleros de cultivos genéticamente modificados’ es durísimo. «Cada persona tiene asignado un o varios surcos, en los que han sido plantadas las nuevas semillas. Su trabajo consiste en mantener a todas y cada una de las plantas protegidas dentro de bolsas de plástico, impedir que en el surco caigan otras semillas con unas características genéticas diferentes, regar el cultivo de manera siguiendo normas muy específicas , etcétera… Y todo eso a temperaturas que oscilan entre los 20 y los 40 grados centígrados», declara el periodista. Los granjeros no suelen permitir el acceso a los medios de comunicación a esas explotaciones.

Los latinos que trabajan de sol a sol peinando los surcos para que las semillas transgénicas demuestren su potencial sin ninguna interferencia convierten la gran pradera de EEUU de las películas del Oeste en una especie de laboratorio al aire libre del que se benefician los granjeros y los accionistas de Monsanto, BASF, Bayer, SynGenta y la futura DowDuPont.

Aun así, muchos de los habitantes del estado no les reconocen su trabajo, clave para la principal industria de Iowa: la agricultura. En los últimos años ha habido apedreamientos de casas ocupadas por hispanohablantes en el pueblo de Columbus Junction, en el este del estado, una localidad de apenas 1.900 habitantes que vive de una planta de procesamiento de carne de cerdo.