En Yucatán no hay minerales preciosos, no hay ríos, ni se tiene un clima paradisiaco, pero tiene una riqueza que ha sido explotada desde tiempos de la colonia, cuando desencantados los ibéricos por no tratarse de una isla, ni encontrar oro, se dieron cuenta que se tenía fuerza de trabajo suficiente para explotar la tierra.
Ambos, mano de obra y tierra, fueron bien aprovechados en la Colonia y tiempo después en el México independiente, hasta nuestros días.
Históricamente tenemos que fueron manos yucatecas quienes construyeron en Cuba y en Puerto Rico, llevados ahí por los hispanos. No es casualidad que haya un barrio en la Habana, llamado “Campechito”, porque de ese puerto salían los embarques con su carga humana de mano de obra…, pero es historia antigua.
El otro recurso, la tierra, ha sido recurrente. Sin tener un suelo fértil en toda la extensión de la entidad, Yucatán cuenta con zonas donde se puede sembrar y cosechar bien, por las bondades de la naturaleza, pero en otras es necesario un trabajo incesante, para lo cual nuevamente se recurrió a la mano de obra de los mayas.
Así ha sido, tanto que en una época negra del México independiente en el siglo XIX fueron enviados a Cuba cargamentos de mayas, para que trabajaran en condiciones infrahumanas, y de quienes pocos regresaron.
¿Por qué este recordatorio histórico? Simple. En los últimos años nuevamente se tiene el problema de la tierra. Ya en el porfiriato hubo latifundistas, cuyos descendientes aún tienen grandes extensiones de tierra en torno a Mérida, con este antecedentes quizá no llame la atención el que en pleno siglo XXI se haya especulado con grandes extensiones en Hunucmá, Ucú, Dzemul, Tinum, Kaua y, lo más reciente, Valladolid, donde toda una reserva está siendo en proceso de “venta”, pese a que los campesinos de la zona alegan que se trata de un vil y vulgar despojo. En todos esos casos ha estado presenta la mano de miembros de la casta política.
La riqueza de Yucatán entonces sigue siendo la tierra, el patrimonio ancestral, la madre del maya y de sus descendientes, para quien sacarlo de sus lares es condenarlo a muerte, una muerte lenta, porque lacera y carcome sus raíces, hasta que no aguantan más y estalla la violencia. Recordemos que la Guerra de Castas tuvo como uno de sus principales motivos el despojo sistemático de las tierras que habían ocupado durante generaciones.
¿Es necesario que haya un estallido, de menor o mayor proporción para que las autoridades reaccionen? ¿Es necesario que nuevamente haya sangre, violencia, destrucción? No debe ser así. Ya la entidad navega entre índices de inseguridad, de falta de valores, de cambios morales y de falta de ética, como para incrementar la inestabilidad social con más problemas de este tipo. Valladolid es el caso más reciente donde los campesinos reclaman el respeto a sus tierras. Ojalá que esto no derive en un sacrificio de sangre a esa extensión en disputa.
Hasta la próxima…