Por Raju Vegesna, Jefe Evangelista de Zoho
Las empresas de software están sometidas a las mismas presiones externas que las organizaciones de la mayoría de sectores económicos. La gente tiende a pensar que los vendedores de software se comportan de forma errática y fijan sus precios de forma arbitraria, impulsados por directores generales con la misión de sacudir el statu quo. Y claro, en algunos casos esto ha sido cierto. Sin embargo, lo más frecuente es que las expectativas de los consumidores, la competencia y los avances tecnológicos sean los principales impulsores de la disrupción.
Recientemente, estos factores han contribuido a la mercantilización de aplicaciones individuales de software. Los precios se han ido reduciendo cada año, de manera que la fijación del valor del software por partes ya no es un área favorable para la diferenciación de los proveedores. Es sólo cuestión de tiempo para que el software sea gratuito, un complemento de facto de las suites integrales y de los sectores verticales específicos.
A principios de la década del 2000, las aplicaciones de correo electrónico costaban a las empresas entre 30 y 40 dólares por usuario. Ahora, pagan alrededor de 10 dólares por usuario al mes. En algunos años, el correo electrónico corporativo no costará nada, sino que se integrará en una plataforma más amplia y se ofrecerá como si fuera un commodity.
La complejidad o la adopción por parte de los usuarios de determinada aplicación no indica necesariamente cuánto puede cobrar una empresa por ella. El correo electrónico es, de hecho, una herramienta bastante complicada tanto para construir como para mantener, y sin embargo sus precios reflejan hoy en día lo contrario.
El chat es otro ejemplo de este fenómeno. A pesar de su creciente sofisticación y funcionalidad, las empresas han tenido dificultades para monetizar las plataformas de chat independientes, por lo que las ofrecen a menudo como complementos gratuitos del correo electrónico. Las empresas actuales no quieren pagar por aplicaciones individuales de software. Está claro.
Aunque sea lamentable, los proveedores han reconocido este cambio en la industria y están desarrollando software o adquiriendo empresas para llenar los vacíos en su oferta. Entre las grandes empresas, donde las adquisiciones son demasiado costosas, las compañías están confiando en asociaciones estrechas para ampliar la profundidad y la amplitud de sus servicios. Las organizaciones que ya han creado plataformas multicanal que pueden gestionar una gran cantidad de tareas empresariales en todos los departamentos tienen una ventaja a medida que el sector avanza en esta dirección.
¿Y la industria musical?
Una buena forma de entender lo que está sucediendo con el software es examinar la industria de la música, pues la disrupción afectó sus modelos de precios y distribución de la misma manera en que está empezando a hacerlo en la industria del software.
La distribución moderna de la música comenzó, al igual que el software, con un producto físico. La música se vendía en forma de discos de acetato, casetes y luego CDs. Estos productos eran caros para los clientes y lucrativos para quienes controlaban los medios de producción. En 1997, el primer single digital se vendió en Internet, cambiando irreversiblemente el precio y el modelo de distribución de la industria.
Cuando la música migró a lo digital, abundó la piratería. Lo mismo ocurrió, por supuesto, con el software, motivado en gran parte por los altos precios. Ahora, con los servicios de streaming, el modelo de negocio de descarga y subida de MP3 se ha visto alterado; al igual que gran parte del software, la música se almacena, se aloja y se pone a disposición de los clientes desde la nube.
En el caso de los productos que se distribuyen en la nube, ya sea software o música, los clientes no compran ni poseen nada tangible. En cambio, se les da acceso a un servicio al que acceden con internet. Esa diferencia ha permitido crear modelos de suscripción. Sin importar si se trata de software empresarial, de servicios de música o contenidos de vídeo en streaming, los clientes pagan por el acceso y la facilidad de consumo.
El negocio de la música es un mercado de compradores. Los grupos musicales, las discográficas, los distribuidores e incluso las plataformas de streaming de hoy en día seguirán luchando por obtener beneficios si no cambian de rumbo. Lo mismo ocurre con el software. Las aplicaciones tienen un costo más bajo hoy en día porque el valor ahora reside en lo que permite hacer a las empresas. Los futuros titanes de la industria serán aquellos que tengan la visión para seguir desarrollando nuevos modelos de negocio que respondan al ritmo de las crecientes expectativas de los clientes, provocadas por los cambios en la tecnología.