Hay de besos a besos, ¿cuál es tu beso literario favorito?
Si ya estás harto de que todo el mundo hable de El stand de los besos, te dejamos estas recomendaciones de los besos de la literatura que más nos gustan
Si ya estás harto de que todo el mundo hable de El stand de los besos, te dejamos estas recomendaciones de los besos de la literatura que más nos gustan
El stand de los besos, la serie de juvenil protagonizada por Joey King, Joel Courtney y Jacob Elordi que acaba de estrenar su segunda temporada en Netflix nos tiene fascinados, y aunque en esta época de pandemia no se recomienda andar de besucones, en Penguin Random House nos dimos a la tarea de reunir los mejores besos relatados en nuestros libros para que no extrañes tanto el muack-muack.
Porque los hay furtivos, apasionados, lentos, presurosos, prohibidos, cariñosos, maternales, incluso mentirosos. En esta lista repasamos aquellos besos que nos marcaron como lectores.
1. SALVAR EL FUEGO, DE GUILLERMO ARRIAGA:
“Pedro y yo nos metimos al agua y recargados en la orilla comenzamos a rozarnos con los pies. Parecía un juego inocente, pero poco a poco fuimos enlazando nuestras piernas. Nos quedamos mirando y sonreímos. «Ya párale», le dije bastante excitada. «Ya la paré», bromeó él y señaló hacia su traje de baño. Un bulto erecto surgía por entre la tela. «A ti nunca te han gustado las mujeres», le reproché. «Nunca», respondió, «ni me van a gustar. Marina, tú no eres una mujer, eres una diosa», sonrió y me besó. Traté de evadirlo, pero él me detuvo la cabeza con ambas manos. Nos besamos unos segundos y me separé de él. Con el mentón señalé a Héctor que dormía profundo en el camastro. «¿No te importa?», le pregunté. «Claro que me importa, si es el amor de mi vida. Pero quiero probar.» Nos quedamos en silencio.”
Marina es una coreógrafa, casada, con tres hijos y una vida convencional. José Cuauhtémoc proviene de los extremos de la sociedad, es un homicida condenado a cincuenta años de cárcel, un león detrás del cristal, siempre amenazante y listo para atacar. Entre ambos se desarrolla una relación improbable. Poco a poco, ella entra en un mundo desconocido y brutal hasta que desciende a las entrañas mismas del fuego.
De tintes shakespearianos, ritmo trepidante y gran tensión, esta novela relata las paradojas de un país y las contradicciones más feroces del amor y la esperanza.
2. LLÁMAME POR TU NOMBRE, DE ANDRÉ ACIMAN:
“…Me miró fijamente a la cara, como si le encantase y quisiese estudiarla y entretenerse en ella, después me tocó el labio inferior con un dedo y lo dirigió de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, una y otra vez mientras yo permanecía tumbado, viéndole sonreír de tal manera que me hacía temer que pudiera pasar cualquier cosa y no hubiera vuelta atrás, que esa fuera su manera de preguntar y allí estuviera mi oportunidad de negarme o decir algo y ganar tiempo, para así poder debatirlo conmigo mismo, una vez llegado a ese punto. Pero no me quedaba tiempo, pues adosó sus labios a mi boca y me dio un beso cálido, conciliador, perfectamente medido, hasta que me percaté de lo famélico de mi beso. Ojalá supiese calibrar el mío de la forma que lo hacía él. Pero la pasión nos permite esconder más y en aquel instante, en el muro de Monet, si deseaba esconderlo todo sobre mí tras aquel beso también estaba desesperado por olvidarlo perdiéndome en su interior.”
Oliver es el elegido este verano, un joven escritor norteamericano que pronto excita la imaginación de Elio. Durante las siguientes semanas, los impulsos ocultos de obsesión y miedo, fascinación y deseo intensificarán su pasión.
Llámame por tu nombre ha sido galardonada con el Lambda Literary Award, mejor Libro del Año según The Washington Post y Publishers Weekly y es la novela en la que se basa la película Call me by your name.
3. LA SEÑORA DALLOWAY, DE VIRGINIA WOOLF:
“…Entonces se produjo el momento más exquisito de la vida de Clarissa, al pasar junto a una hornacina de piedra con flores. Sally se detuvo; cogió una flor; besó a Clarissa en los labios. ¡Fue como si el mundo entero se pusiera cabeza abajo! Los otros habían desaparecido; estaba a solas con Sally. Y tuvo la impresión de que le hubieran hecho un regalo, envuelto, y que le hubieran dicho que lo guardara sin mirarlo, un diamante, algo infinitamente precioso, envuelto, que mientras hablaban (arriba y abajo, arriba y abajo) desenvolvió, o cuyo envoltorio fue traspasado por el esplendor, la revelación, el sentimiento religioso, hasta que el viejo Joseph y Peter Walsh aparecieron frente a ellas…”
4. EL GRAN GATSBY, DE FRANCIS SCOTT FITZGERALD:
“… Una noche de otoño, cinco años antes, Daisy y él paseaban por una calle mientras caían las hojas, y llegaron a un sitio donde no había árboles y la luz de la luna teñía de blanco la acera. Se detuvieron allí para mirarse. Hacía fresco y flotaba en el aire esa misteriosa emoción que traen consigo los dos cambios más importantes del año. Las tranquilas luces de las casas tarareaban en la oscuridad, y había un estremecimiento, una agitación entre las estrellas. Gatsby vio por el rabillo del ojo que las baldosas de las aceras formaban en realidad una escalera y ascendían hasta un lugar secreto por encima de los árboles, al que podía subir si subía solo, y donde estaría en condiciones de mamar de la ubre de la vida y beber de un trago la incomparable leche del asombro. Su corazón latía cada vez más deprisa mientras el rostro blanco de Daisy se acercaba al suyo. Sabía que cuando besara a aquella chica y uniese para siempre sus visiones inefables a su aliento perecedero, su espíritu nunca cabalgaría ya con la libertad del espíritu de Dios. De manera que esperó escuchando un instante más el sonido del diapasón golpeado contra una estrella. Luego la besó. Al contacto con sus labios, Daisy se abrió para él como una flor y culminó su encarnación…”
El millonario hecho a sí mismo, Jay Gatsby, personaliza una de las obsesiones del autor y de la sociedad de su país: la combinación de dinero, ambición y lujuria como promesa de nuevos comienzos. Una extraordinaria fábula -y como tal, no exenta de moraleja- sobre el sueño americano.
5. LA TREGUA, DE MARIO BENEDETTI:
“…La camaradería es una linda etapa, insustituible, irrecuperable. Eso no se lo perdonaré nunca a la madre de Isabel; durante el noviazgo se nos pegaba siempre como un parche, nos vigilaba tan estrecha y celosamente que, aunque uno fuera el colmo de la pureza, se sentía obligado a convocar todos los pensamientos pecaminosos que tuviera disponibles. Hasta en aquellas ocasiones —rarísimas, por cierto— en que ella no estaba presente, no nos sentíamos solos; estábamos seguros de que una especie de fantasma con pañoleta registraba todos nuestros movimientos. Si alguna vez nos besábamos, estábamos tan tensos, tan atentos a captar cualquier indicio premonitorio de su aparición en cualquiera de los puntos cardinales del living, que el beso nos resultaba siempre un contacto meramente instantáneo, con poco de sexo y menos aún de ternura, y en cambio mucho de susto, de cortocircuito, de nervio herido…”
6. ROMEO Y JULIETA, DE WILLIAM SHAKESPEARE:
“¿Cómo estás aún tan bella? ¿He de creer que la fantasmal Muerte te desea y que ese flaco monstruo horrendo quiere convertirte en su amante y prisionera? Voy a quedarme aquí para evitarlo, y nunca más saldré de este palacio de oscura noche. Me quedaré aquí con los gusanos, que son tus criados; me instalaré en ese descanso eterno, sacudiéndome el yugo de los astros de esta carne, hastiada ya del mundo. ¡Ojos, brazos y labios, despedíos! ¡Oh, puertas del aliento, con un beso sellad un pacto eterno con la Muerte! ¡Ven, guía amargo, consejero fétido! ¡Desesperado timonel, arroja contra las rocas tu extenuada barca! ¡Por mi amada! (Bebe.) ¡Oh, honrado boticario! Tu remedio es veloz… Un beso… y muero. (Muere.)”
7. EL AMANTE DE LADY CHATTERLEY, DE D.H. LAWRENCE:
“…Con extraña obediencia, Connie se tendió sobre la manta. Luego sintió la mano suave, a ciegas, llevada por un deseo incontenible, que tocaba su cuerpo, buscaba su cara. La mano le acarició la cara suavemente, suavemente, con infinita calma y seguridad, y, por fin, Connie sintió el suave contacto de un beso en la mejilla. Yacía muy quieta, como dormida, como en un sueño. Se estremeció al sentir la mano del hombre buscando suavemente a ciegas, con dominada torpeza, entre su ropa. Sin embargo, la mano sabía desnudarla como quería. Deslizó hacia abajo la prenda de delgada seda, despacio, cuidadosamente, sacándola por los pies de Connie. Luego, con un estremecimiento de exquisito placer tocó el cuerpo cálido y suave, y, por un instante, tocó el ombligo de Connie con un beso. Y tuvo que entrar en ella inmediatamente, tuvo que penetrar la paz de la tierra de su cuerpo suave y quieto. El momento de penetrar en el cuerpo de una mujer era para él el momento de paz más pura…”
Esta controvertida novela, que narra la apasionada relación entre una mujer casada de alta alcurnia y un hombre de baja extracción social en la moralista Inglaterra de los años veinte del pasado siglo, disecciona las pulsiones más secretas del alma humana y ofrece una magnífica recreación de época. Esta edición ha sido revisada y corregida a la luz de la versión íntegra de la obra, publicada por Cambridge University Press en 1993.
8. LA AMIGA ESTUPENDA, DE ELENA FERRANTE:
“—Sé que estás despierta —dijo.
—Sí.
—No pienses en tu amiga, quédate.
—Lo está pasando mal, me necesita.
—Soy yo quien te necesita —dijo, se estiró, me besó en la boca sin la ligereza de su hijo, separándome los labios con la lengua.
Me quedé inmóvil.
Él apartó apenas la sábana sin dejar de besarme con cuidado, con pasión, y con la mano buscó mis pechos, me los acarició debajo del camisón. Después bajó hasta mis piernas, apretó con fuerza dos dedos contra la braguita. No dije ni hice nada, me sentía aterrada por su comportamiento, por el asco que me daba y el placer que, pese a todo, sentía. Sus bigotes me pinchaban el labio superior, su lengua era áspera. Se separó de mi boca despacio, apartó la mano.
—Mañana por la noche tú y yo daremos un largo paseo por la playa —dijo con voz ronca—, te quiero mucho y sé que tú también me quieres muchísimo. ¿No es así?
No dije nada. Él me rozó otra vez los labios con sus labios, murmuró un buenas noches, se levantó y salió de la cocina. Seguí sin moverme, no sé durante cuánto tiempo…”
Ellas están aprendiendo a gobernar su vida en un entorno donde la astucia, antes que la inteligencia, es el ingrediente de todas las salsas. Su relación, a menudo tempestuosa, viene acompañada de un coro de voces que dan cuerpo a su historia y nos muestran la realidad de un barrio pobre, habitado por gente humilde que acata sin rechistar la ley del más fuerte, pero La amiga estupenda está lejos del realismo social: lo que aquí tenemos son unos personajes de carne y hueso, que nos intrigan y nos deslumbran por la fuerza y la urgencia de sus emociones.
9. LA TÍA JULIA Y EL ESCRIBIDOR, DE MARIO VARGAS LLOSA:
“…La tía Julia se divirtió mucho con mi experiencia de guardaespaldas. Nos veíamos casi a diario, desde la noche de los besos furtivos en el Grill Bolívar. Al día siguiente del cumpleaños del tío Lucho yo me había presentado intempestivamente en la casa de Armendáriz y, buena suerte, la tía Julia estaba sola.
—Se fueron a visitar a tu tía Hortensia —me dijo, haciéndome pasar a la sala—. No fui, porque ya sé que esa chismosa se pasa la vida inventándome historias.
La tomé de la cintura, la atraje hacia mí e intenté besarla. No me rechazó pero tampoco me besó: sentí su boca fría contra la mía. Al apartarnos, vi que me miraba sin sonreír. No sorprendida como la víspera, más bien con cierta curiosidad y algo de burla.
—Mira, Marito —su voz era afectuosa, tranquila—. He hecho todas las locuras del mundo en mi vida. Pero ésta no la voy a hacer —lanzó una carcajada—: ¿Yo, corruptora de menores? ¡Eso sí que no!…”
Ya en el título de esta novela de Mario Vargas Llosa, publicada en 1977, se recoge la doble historia en que se vertebra su argumento: por un lado, la relación amorosa del joven escritor Varguitas con una mujer de su familia mayor que él, la tía Julia; y por otro, la desaforada presencia del folletinista Pedro Camacho en la misma emisora de radio donde Varguitas trabaja.
10. LA MUJER DEL PELO ROJO, DE ORHAN PAMUK:
“Sentía la hierba en la espalda, en la nuca, y recordaba las caricias de la Mujer del Pelo Rojo sobre mi piel. Habíamos hecho el amor en el sofá del salón, sin apagar del todo las luces. No podía sacarme de la cabeza su cuerpo, sus pechos enormes, la forma en que la luz se reflejaba en su piel cobriza; pensé en los besos de sus preciosos labios, en la manera en que sus manos acariciaban todo mi cuerpo, y quise hacer de nuevo el amor con ella. Pero Turgay, su marido, regresaría de Estambul al día siguiente, así que, naturalmente, era imposible.
En mis noches solitarias en Öngören, Turgay se había acercado a mí y me había brindado su amistad sincera. Y, a cambio, yo lo había traicionado acostándome con su mujer la noche en que él se había marchado a Estambul. Rebusqué entre mis pensamientos de borracho excusas que justificaran mi crimen, a fin de demostrarme que no era un traidor ni una mala persona: era cierto que, para cuando me enteré de que la Mujer del Pelo Rojo y Turgay estaban casados, las cosas ya habían llegado demasiado lejos. Además, tampoco era que Turgay y yo fuéramos amigos desde hacía cuarenta años; en total, solo lo habría visto unas tres o cuatro veces. Por otro lado, suponía que los actores nómadas que bailaban danzas insinuantes y contaban historias obscenas para entretener a los soldados tampoco es que creyeran mucho en los valores familiares. Y puede que Turgay engañase a su mujer con otras. Quizá hasta se explicaban sus aventuras…”
El viaje de este joven hacia la edad adulta se acompasa al de una Turquía que ha ido transformándose de forma irreversible, y le sirve a Orhan Pamuk para regresar a los temas que han dominado una buena parte de su obra. En esta mezcla de fábula, relato mitológico y tragedia contemporánea, el autor vuelve a poner frente a frente las culturas de Occidente y Oriente.
11. FÓLLAME, DE VIRGINIE DESPENTES:
“…En cuanto cierra la puerta el viejo ya le está sobando el culo.
Se queja:
–Sabes que prefiero que llames desde abajo, por si mi hijo aún está en casa.
Billetes doblados sobre la mesa. Hule beige con algunas quemaduras de cigarrillos y cercos oscuros allá donde han puesto cacerolas hirviendo sin salvamanteles.
Nadine se guarda el dinero en el bolso, se quita la chaqueta y se desabrocha la falda.
Él apaga la luz, deja la tele encendida, se quita los pantalones, se sube el jersey y se tumba en el colchón que está en el suelo. Ha doblado las piernas y no deja de mirarla, sonriendo. No a ella, sino que sonríe al pensar que se le pondrá encima y hará lo que él le diga. Parece un pollo gordo y triste, con esas piernecillas y ese barrigón. Le pide que no se quite los tacones y se acaricie los pechos. Siempre lo mismo. Es uno de sus clientes más antiguos.
Seguro que le meterá la lengua en la boca. Le dejó hacerlo una vez y ahora siempre quiere besarla. Recuerda una novela en la que Bukowski contaba que para él lo más íntimo era besar en la boca. En aquel momento le pareció una reflexión chorra. Ahora la entiende muy bien. Entre los muslos, bien lejos de la cabeza, consigues pensar en otra cosa. Pero la boca, eso sí que te colma.
Durante un rato se mueve como una tonta al pie de la cama, mientras él se la pela mirándola. Luego le pide que se tumbe y la monta.
Le aparta el cabello de delante de la cara, dice que quiere verle los ojos. Se pregunta cuánto daría por verle las entrañas. ¿Qué se imaginarán los tíos que esconden las chicas para querer siempre verlas por todas partes?”
Fóllame es la polémica novela que, con apenas veinticinco años, llevó a la fama a Virginie Despentes, una historia en la que la literatura hardboiled se encuentra con el punk más nihilista.