De los talleres literarios.
Las Reliquias del Hombre Ave por: Dr Adán Echeverría García
Las Reliquias del Hombre Ave por: Dr Adán Echeverría García
Imparto talleres literarios desde el año 2003. Todo comenzó con la invitación de las autoridades del Instituto de la Juventud de Yucatán para atender a los jóvenes que habían participado en el Premio Estatal de Poesía Joven Jorge Lara, y que no tuvieron la oportunidad de resultar ganadores. Se consideró invitarme porque era yo quien resultó ganador de aquel certamen, y pensaron que tal vez yo , podría serles de utilidad a los demás compañeros. Fue el mismo maestro Jorge Lara, con quien yo sesionaba en el taller del Centro Yucateco de Escritores, A.C., quien me indicó que escuchara a los jóvenes que asistieran: “Los chicos quieren ser escuchados, escúchalos”. Y me dijo lo anterior, pues yo le había contado que me estaban invitando a impartir ese taller literario, cuando yo no era estudiante de literatura, sino biólogo, y no me sentía capaz de poder enseñar teoría literaria, ni mucho menos creación. “Te invitaron porque sabes escribir; escucha a los jóvenes, y solo diles lo que piensas de sus trabajos literarios cuando te los presenten”.
Así fue como empecé en los talleres literarios. Asumí que para que los asistentes pudieran tener referencias literarias, teníamos que leer a autores consagrados, hablar juntos sobre lo que nos parecía dichas lecturas, y luego leer las creaciones propias.
El taller fue un éxito. Varios de los jóvenes que participaron en él recibieron becas literarias, luego ganaron premios de literatura, primero estatales y luego nacionales.
Hoy en Matamoros, continúo con la impartición de talleres literarios. Pues en donde sea que me haya tocado vivir he seguido con esa disciplina de impartir dichos talleres, y Matamoros no sería la excepción. Con una experiencia de más de 15 años, he encontrado ciertas lecturas y ciertos autores que son excelente material para ser leído en taller.
Esta semana tocó el turno de leer la obra de Augusto Monterroso. Leímos El Dinosaurio, Oveja Negra, El Eclipse. Y en particular, nos extendimos sobre Obras completas, ese magistral cuento en el que el autor, con la sutileza e ironía que le caracteriza, pone en entredicho a los Talleres Literarios, y en particular a sus maestros talleristas.
El cuento va sobre la relación del maestro Fombona, y el nuevo integrante del taller, el poeta en ciernes Feijoo, quien se muestra tímido, pero disciplinado. Se nos muestra desde el cómo funciona el taller de Fombona, a sus integrantes, esas reuniones en donde la charla sobre la literatura y sus autores que deja embelesados a los participantes. Y nos muestra cómo el genio del tallerista puede estar ocultando algunas de sus incapacidades como autor, que son suplidas por el halo de las publicaciones y el reconocimiento que el medio literario, a lo largo de los años, le permite al maestro tallerista rodearse de jovencitos escritores en ciernes, para quienes la palabra del maestro es ley. Un grupo de taller que más parece una cofradía, que más parece una cárcel para el pensamiento y la libre creación de los participantes.
Un texto de Monterroso, tan sutil, que luego de la primera lectura hecha en grupo, los talleristas indican que se trata de “el taller ideal”, porque se van con la idea de que el tallerista ayuda al joven Feijoo.
Los talleres están hechos para aprender lo que el profesor te tenga que enseñar y luego abandonar ese taller. Los talleres no son para adorar como tótem la figura del maestro tallerista. El maestro tallerista no es quien tiene la última palabra en un taller, sino cada autor quien es dueño de la obra que ha creado, y es quien decidirá si realiza o no las correcciones y sugerencias que los integrantes del taller y el mismo profesor le han indicado.