Yucatán es la entidad tranquila cuya imagen nos han vendido en los promocionales, tanto en el plano local como en el nacional; no hay ejecuciones cotidianas, balaceras, cadáveres colgados, ni otros tantos delitos que son el día a día en otras entidades.
Pero Yucatán no es una entidad ciento por ciento segura. Es similar a un cenote, cuya superficie es como espejo de agua, pero por debajo hay corrientes que arrebatan y destruyen vidas si no se toman en cuenta.
Esta no es una declaración alarmista, ni apocalíptica, es simplemente una reflexión tras analizar lo ocurrido en los últimos tres meses, sin tener que remontarse a la última década, que tiene mucho que aportar en cuanto a cifras e índices de violencia y crimen.
En los últimos tres meses hemos vivido ajustes de cuentas entre pandilleros en pleno centro de la ciudad, asaltos y robos (no son lo mismo), homicidios y decomisos de droga. Como si fuera burla, todo ello estando ya un destacamento de la Gendarmería Nacional en la entidad, para reforzar la seguridad.
Llama la atención que siendo una entidad tranquila y segura, según el discurso oficial, sea ese un atractivo para desarrollar actividades delictivas de bajo perfil, pero de altas ganancias como el montar viveros en casas particulares para cultivar mariguana de la mejor calidad, con un manejo profesional y en fraccionamientos populosos, dentro de la mancha urbana y con vialidades de fácil acceso. Han sido dos casos detectados que nadie puede negar, uno en el fraccionamiento Pensiones y el más reciente en Francisco de Montejo. En ambos las viviendas están comunicadas por avenidas al Anillo Periférico desde donde pueden trasladar la mercancía a cualquier otro punto de la ciudad en cuestión de minutos.
Eso hace pensar que hay más viviendas en estas condiciones, en fraccionamientos con las mismas características de acceso al Anillo Periférico y dentro de la mancha urbana. Por las cantidades de mariguana encontradas, no se trata de un comercio de gran escala, pero la calidad de la planta creada la hace altamente rentable, para un mercado más exclusivo que el de la mariguana comúnmente cultivada y distribuida. Esto apunta a que Mérida por sí misma es una plaza que deja buenas ganancias en el comercio de la hierba, eso sin dejar de ser segura y tranquila.
Pero también ha llamado la atención el caso del secuestro de una persona de la tercera edad, quien fue interceptada y privada de su libertad por dos jóvenes adolescentes, estudiantes de preparatoria del Instituto Cumbres, con la autoría intelectual de un tercero, aún prófugo al redactar esta columna.
Los adolescentes fueron detenidos y la mujer liberada. El que se trate de menores de edad los pone en una situación de privilegio ante la ley, que los protege. Esta es una particularidad que en otras partes del país ha sido aprovechada por la delincuencia organizada para usar a menores de 18 años, sabiendo que al ser detenidos, en poco tiempo estarían libres.
A final de cuentas, en este caso de secuestro, como muchos opinan, las autoridades podrían tomarlo como “una travesura y cosas de muchachos”, lo cual es lamentable y fomenta la impunidad en quienes han perdido los valores éticos y morales que deben regir en la convivencia de la sociedad, sin importar el estrato al cual pertenezcan.
Ojalá que esto no quede en “cosas de muchachos” y con ello se de por cerrado el asunto en unas semanas cuando ya el asunto haya perdido su carácter de novedoso. Estamos a tiempo de recuperar nuestra sociedad, nuestra vida y nuestra tranquilidad.
Hasta la próxima…