Aranceles y tensiones comerciales: México frente al reto de redefinir su competitividad en Norteamérica
La noticia sobre los aranceles de Estados Unidos a México, Canadá y China ha generado un impacto mediático en todo el mundo.
Se han analizado las consecuencias económicas negativas que tal medida puede traer consigo: efectos sobre la inflación, el consumo, la actividad económica, los tipos de cambio, el comercio, la productividad, las empresas y los empleos, tanto para el país que los aplica como para el que comercia sus productos. En nuestro caso, se habla de un impacto sobre la competitividad de Norteamérica con un alto grado de incertidumbre.
Desde el ámbito político, que parece ser la clave, esta decisión incrementa la presión sobre México en temas relativos a la migración y la seguridad, particularmente en lo referente a los cárteles del crimen y al tráfico de fentanilo, el cual causa efectos devastadores sobre las comunidades.
Canadá respondió inmediatamente aplicando, igualmente, aranceles a las importaciones de los Estados Unidos, lo que puede significar una escalada interminable de medidas, cuyo desenlace es imprevisible.
El gobierno mexicano, por su parte, abrió un espacio de tiempo a la espera de los resultados de la posible conversación, el jueves 6 de marzo, entre la presidenta Claudia Sheinbaum y el presidente Donald Trump.
De cualquier forma, es necesario como país plantear una respuesta estratégica que dependa cada vez en menor medida de decisiones ajenas. Responder con aranceles en represalia puede resultar contraproducente por el efecto sobre los consumidores nacionales. La historia ha demostrado que las guerras comerciales solo generan distorsiones en los mercados y terminan perjudicando a consumidores y empresas. En lugar de caer en esta trampa, México debe enfocarse en consolidar su competitividad, diversificar mercados y fortalecer su marco regulatorio para incentivar la inversión y la producción.
Es urgente generar un entorno propicio para la inversión productiva que permita absorber estos impactos sin afectar el desarrollo económico.
México tiene ante sí una oportunidad para demostrar que su desarrollo no depende de medidas proteccionistas, sino de una estrategia de largo plazo basada en la apertura, el libre mercado, la competitividad y la innovación. Para ello, el país debe enfocarse en:
- Fomentar la inversión y la diversificación comercial: México debe abrirse a nuevos mercados internacionales con un equilibrio que le permita ser, al mismo tiempo, un socio estratégico en la geoeconomía norteamericana.
- Eliminar barreras regulatorias: Garantizar un entorno de negocios eficiente y seguro para las empresas.
- Promover incentivos fiscales y estabilidad jurídica: La certidumbre para la inversión requiere reglas claras y condiciones favorables para atraer capital extranjero.
- Fortalecer el Estado de Derecho: Un sistema de justicia confiable es clave para generar confianza en inversionistas y empresarios. Se precisa un cambio radical a la reforma judicial.
- Aprovechar las oportunidades en sectores estratégicos: Energía, manufactura, tecnología y economía de servicios deben ser motores de crecimiento que permitan a México posicionarse como un destino atractivo para la inversión global. Por ejemplo, aprovechar que se discuten ahora mismo en el Congreso los mecanismos para la participación del sector privado en materia energética para facilitar su ingreso.
- Mantener una postura de negociación inteligente: Es fundamental que México utilice los mecanismos establecidos en el T-MEC y desarrolle, junto con el sector privado, una estrategia ganadora en su próxima renegociación.
- Avanzar con rapidez en la reducción de los índices delictivos: Hay que aplicar con eficacia las nuevas líneas estratégicas en materia de seguridad y fijarse objetivos ambiciosos en la contención de la delincuencia y en la recuperación de territorios.
El gobierno debe adoptar una postura que no solo defienda los intereses del país, sino que también genere oportunidades para fortalecer la economía en un contexto global cada vez más competitivo. México tiene la posibilidad de convertir este reto en una oportunidad para consolidarse como un actor clave en el comercio internacional y en el nuevo escenario geopolítico.
Es fundamental la cooperación entre el sector privado y el gobierno. Las empresas son las encargadas de promover la innovación, crear empleos y fomentar la competitividad, mientras que el gobierno debe asegurar un entorno estable, proporcionar infraestructura, ofrecer incentivos y establecer un marco regulatorio adecuado para el desarrollo de los mercados.
Armando Zúñiga Salinas