22 de diciembre de 2017
Muy buenas tardes tengan todas y todos ustedes.
Señor Presidente, Licenciado Enrique Peña Nieto;
Señor Gobernador del Estado de México;
Señora presidenta de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República;
Señor presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados;
Señoras y señores integrantes del gabinete del Gobierno de la República;
Titulares de los poderes del Estado de México;
Señoras y señores legisladores federales y locales;
Señor presidente e integrantes del Ayuntamiento de Ecatepec;
Servidores públicos de los distintos órdenes de gobierno;
Señoras y señores representantes de los medios de comunicación;
Señoras y señores:
Hoy es un día de luto, homenaje y evocación. Lo es de duelo, porque un día como hoy, el viernes 22 de diciembre de 1815, murió fusilado Don José María Morelos y Pavón. Lo es de ofrecimiento y remembranza, en virtud de que podemos recordar a uno de los hijos mayores de la Patria, a uno de los gigantes de nuestra historia nacional, a uno de los constructores de la identidad de México y fuente de inspiración para el desarrollo y el progreso de nuestra sociedad.
El maestro Ernesto de la Torre señaló con toda exactitud, que los grandes personajes «no tienen una sola biografía ni un único retrato». Este es, por supuesto, el caso de Morelos. Nuestra historiografía está llena de retratos literarios, de reseñas de vida y de hazañas de nuestro personaje. A más de 250 años de su nacimiento y a poco más de dos siglos de su muerte, nos hemos reunido para valorar una vez más al libertador portentoso.
Quiero iniciar esta intervención, con una nota de gratitud muy sincera. Al presidente de México, mi agradecimiento por la oportunidad que me ha otorgado de dirigirme a ustedes y de formar parte de sus colaboradores. Junto a ella, otro apunte para reconocer su trabajo, la tenacidad y consistencia del esfuerzo realizado y de forma especial la claridad de su visión y los logros conseguidos. Muchas, muchas felicidades Señor Presidente.
Morelos es un héroe humano verdadero, un protagonista de extraordinaria inteligencia y lucidez. En él coincidieron vocaciones y condiciones que le permitieron ser, de manera simultánea, un ideólogo, un estadista, un reformador, un líder y un genio militar.
Por todo esto Morelos es el Insurgente integral. Por todo ello es uno de los personajes centrales en la vida de nuestro país.
Sus capacidades de estratega en la Guerra de Independencia le permitirían ocupar, con justificación, un sitio privilegiado en nuestra historia. Sin embargo, esa faceta es fácilmente superada por la del hombre de ideas, por la del reformador social. Él supo que su misión comprendía dos dimensiones, la de la liberación y la que permitiría fundar una nación.
La primera para conseguir la independencia y la segunda para establecer un nuevo sistema social y político. Tuvo en adición, la brillantez de entender que los dos procesos debían avanzar simultáneamente.
Por ello a Morelos aplican los argumentos con los que se describe la talla de Bolívar y cito: «Su pensamiento creador no podía limitarse al logro inmediato de victorias militares. Estas rompen cadenas y dispersan las fuerzas contrarias, pero nada construyen, después de las victorias era precisa la labor cívica para construir las nuevas nacionalidades».
Él nos heredó un código de principios y abanderó los valores fundamentales de soberanía, libertad, igualdad ante la Ley, división de poderes, erradicación de prebendas, representación popular y abolición de la esclavitud y del sistema de castas prevaleciente en su tiempo.
Con los «Sentimientos de la Nación» y con su convocatoria y trabajo para organizar el Congreso de Anáhuac que elaboró la Constitución de Apatzingán, se convirtió en el escultor de la República, en artífice sobresaliente de nuestra nacionalidad.
En sus «Sentimientos de la Nación «, plasmó con exactitud y profundidad su compromiso social, al declarar en el décimo segundo postulado y cito textualmente: «que como la buena Ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto».
Stefan Zweig escribió que en la vida de cualquier gran personaje » todo lo que de esencial, todo lo que de duradero consigue, se da siempre en pocos y extraordinarios momentos de inspiración, en momentos dramáticamente concentrados, en los que una sola decisión destinada a persistir a lo largo de los tiempos, se comprime en una única fecha, y en una única hora, en uno de esos momentos estelares». Sin duda Morelos pasó exitosamente ese trance.
El mundo en que vivimos es uno paradójico. Junto a los más grandes desarrollos conviven carencias fundamentales. Los avances científicos y tecnológicos son sorprendentes, contrastan con los usos y costumbres más primarios.
En un sitio se desperdician agua y alimentos y en otros hay hambrunas y la escasez es la constante. Algunos tienen asegurado el futuro de los hijos de sus nietos, mientras otros enfrentan cotidianamente la incertidumbre del día de mañana.
Una de las diferencias notables radica en que mientras nunca había existido un mundo con tantos niveles de libertad y de posibilidades, la intolerancia, el miedo y el enojo colectivo infectan a mucha gente. Jamás se había contado con tantas posibilidades de comunicación y sin embargo parte de los problemas de la humanidad radica en la falta de entendimiento.
Hoy como siempre, México encara problemas. No son ellos sin embargo, los más graves, ni los de mayor complejidad que hubiéramos tenido que enfrentar, es suficiente con entender los que vivió el país en tiempos de Morelos. Hoy, como siempre, nuestra Nación saldrá adelante. La solución será más simple si estamos unidos y hacemos lo que nos corresponde; si mantenemos nuestro apego a los principios; si somos capaces de construir a partir de la diversidad; si respetamos lo que consiguieron las generaciones que nos precedieron; si aceptamos el pensamiento de Savater en el sentido de que «progresar es tanto innovar cómo conservar lo obtenido»; si hacemos a un lado el llamado a enfrentar, dividir y destruir.
En los años recientes, con el liderazgo del Presidente Enrique Peña, se procesaron las reformas que se requería. Se han sentado las bases de un México moderno y más competitivo y hemos ganado reconocimiento y confianza en el exterior. Es responsabilidad de todos preservar el esfuerzo realizado y extender los beneficios a más compatriotas, en particular a quienes más requieren. Es el tiempo de pensar en grande, de plantear nuevas utopías. Es tiempo de las nuevas hazañas nacionales.
La simple revisión objetiva de la historia del país, de nuestra realidad y de la vida de nuestros personajes, permite afirmar que México es un país grande y con grandeza. Esta última se sustenta en su historia, en su cultura y en su riqueza natural; en las grandes ideas, en los personajes ilustres y en las instituciones que se han organizado. Esto es lo que nos ha hecho perdurar y progresar significativamente. Al paso del tiempo es mucho lo que se ha avanzado, pero también es indispensable reconocer los pendientes que tenemos, algunos, rezagos de siempre.
Nuestros tiempos, caracterizados por las turbulencias internacionales, por los contrastes sociales, económicos y culturales, por el desencanto con la política y por el pragmatismo y el debilitamiento de los valores laicos, nos obligan a convocarnos a nuevas batallas, a la lucha para alcanzar una nueva emancipación, a erradicar a los enemigos de siempre: la pobreza y la desigualdad, la ignorancia y la enfermedad, la exclusión y la polarización, la corrupción y la impunidad, la violencia, la inseguridad y el desapego al estado de derecho.
En estos tiempos en los que se tiende a disminuir el valor de la política, conviene reivindicarla en su sentido originario, el de participación ciudadana en los asuntos que a todos interesan. Esta ceremonia es una buena oportunidad para recordar que la política es para servir y no para servirse. Morelos dio ejemplo cuando desechó el título de Generalísimo y prefirió la identificación como «Siervo de la Nación”.
En política tener la razón es necesario, pero no suficiente. Se requiere entre otras, tener capacidad realizadora, contar con la confianza de la gente, convocar y discutir otras ideas, ser sensible, decir la verdad, ser honesto y comportarse congruentemente. La política reclama de diálogo y tolerancia; de reconocimiento a la pluralidad, buscar acuerdos, hacer y no solo decir; de incluir y nunca fracturar; de perseverar y soportar las dificultades que impone la dura realidad.
El debilitamiento de la política hará más compleja nuestra condición. Por el contrario, requerimos de su reforzamiento, de mejorar la acción política. Esta actividad humana debería ser ejemplo de honorabilidad. Se equivocan quienes ven en la política el camino para alcanzar ambiciones personales, quienes usan los métodos que sea para alcanzar sus objetivos, quienes pretenden eliminar al contendiente, quienes piensan que solo ellos tienen la verdad y confunden fines y medios.
Hemos de batallar en contra de las nuevas formas de esclavitud, de la afectación del ambiente y la destrucción de posibilidades de vida armónica y en paz. Debemos luchar contra la avaricia y la apatía. Estamos transmitiendo un mensaje equivocado a las nuevas generaciones sobre lo que significan «la verdadera vida», el éxito o la felicidad, que no requieren de la pura acumulación de bienes materiales, y menos de sacrificar la ética y la solidaridad humanas, por alcanzar la brevedad de lo insustancial.
Tenemos que hacer un alto y comprometernos a la formación de un nuevo ciudadano; a la construcción de una nueva convivencia; al diseño de una ruta en la que prevalezca el esfuerzo de la gente y en la que el Estado asegure oportunidades para todos; a la edificación de una senda que no esté marcada por la premisa de que origen es destino y en la que pese más el código postal que el código ético de la sociedad.
Tenemos que asegurarnos que contamos con un sistema que garantice la igualdad frente a la ley y las mismas posibilidades para todos con independencia de si alguien nace en Ixtaltepec o en San Pedro Garza García, en la Delegación Benito Juárez o en Metlatónoc.
Señor Presidente:
Con la serena objetividad que brinda el tiempo, hoy reafirmamos que los valores del Siervo de la Nación siguen siendo el faro que alumbra a las y los mexicanos. Por ello, hoy la Patria le reconoce y agradece haber sido pieza fundamental en la construcción del México independiente. Hoy honramos a Morelos con las mismas palabras que dedicó a Hidalgo: él es gran héroe de la libertad de México. Honrar a don José María Morelos y Pavón, es convertir sus valores en guía y lección moral para todos, es actuar, sin excepción, con la misma entereza, la misma probidad y el mismo amor a nuestra Patria.
Ignacio Ramírez escribió: «Cuando en medio de un cielo tempestuoso aparece una estrella, miserables náufragos, no pregunten por su nombre, se llama esperanza». Yo les pido a todas y todos ustedes que esta noche vean el firmamento y piensen en Morelos y su gesta heroica. Ahí encontrarán respuestas ¡Con su ejemplo, México no sólo tiene esperanza, tiene asegurado un porvenir estimulante! ¡La esperanza es nuestra y un futuro prometedor espera a todos! ¡Viva Morelos!, ¡Viva el Siervo de la Nación!
Muchas gracias.