Alimentación prehispánica; ‘las plantas son nuestras amigas’
Los antiguos habitantes de México supieron aprovechar lo que les ofrecía la tierra; hoy, el poder curativo de las hierbas que comemos quedó en el olvido
Los antiguos habitantes de México supieron aprovechar lo que les ofrecía la tierra; hoy, el poder curativo de las hierbas que comemos quedó en el olvido
Toronjil para los nervios; raíces de diente de león para los riñones; borraja para aliviar la fiebre; cempaxúchitl para el malestar estomacal; agua de rosas para el acné; yerbabuena para los cólicos: “La madre tierra nos ofrece la sanación para todos los males, que nosotros mismos, máquinas de enfermedades, nos ocasionamos”.
Amalia tiene 82 años, y desde hace 12 es la curandera encargada de una de las 34 casas de medicina tradicional que se encuentran en 14 de las 16 alcaldías de la Ciudad de México. El Temazcal Amalinalitzin se ubica en el barrio de Caltongo, en Xochimilco, cerca del lugar se encuentra un embarcadero con el mismo nombre y frente a él pasan microbuses que vienen y van desde la estación Taxqueña de la Línea 2 del Metro. Esta alcaldía es la segunda junto con Gustavo A. Madero con mayor número de sitios de sanación (4), solo por debajo de Iztapalapa (8).
Para mí, mis mejores amigas son mis plantas. Si tienes un dolor o una tristeza acércate a una planta, siéntate, agárrale sus hojitas, no le tienes que hablar porque claro, estás llorando, estás con tu dolor, pero solo con tocarla funciona. Lo que yo hago es arrimarle tierrita, la enderezo, le quito sus hojas secas y de repente ya no me duele nada y ya no tengo ganas de llorar pues la planta ya me sanó”, comenta Amalia mientras saca una canasta para empezar a recolectar su comida del día.
Originaria de Xochimilco, Amalia Salas Casales, ha convivido de cerca con la vegetación, pues, como ella cuenta, en este lugar son las flores quienes reciben a todos. Fue su abuelo quien le enseñó las propiedades de la comida “preparada por la madre tierra”, la encaminó dentro de la sabiduría de la alimentación prehispánica, y le mostró que a través de ella no solo se logra nutrirse, sino también curarse.
La curandera, adornada con cuentas de colores, trenzas entremezcladas de azules, flores bordadas y unas manos que hablan de trabajo, combina y se desenvuelve con agilidad entre lechuguilla, betabel, quintonil, hierba santa, amaranto silvestre, árboles e insectos que viven como un todo alrededor de su hogar. Mientras corta hojas explica que las semillas llegan solas, que todo lo que hay en el jardín es comestible y que se riega con agua de lluvia; señala acelgas de colores: amarillo, naranja y un rojo vibrante que resalta entre el verde.
Va tomando pequeñas porciones como si estuviera de compras. En cada parada habla sobre al menos uno de los beneficios de la flora, “Las lenguas de vaca son muy nutritivas”, destaca mientras corta una hoja verde que asemeja a este órgano muscular; “la ortiga sirve para el reumatismo y para la artritis”, explica a la vez que vierte la planta en su canasta que poco a poco se va llenando. Una vez que tiene lo necesario para la preparación de las ‘tortitas de avena’, que especifica hará, se dirige hacia una cocina con flores coloridas en la mesa, ollas de barro, frutas, pan, condimentos y hierbas por doquier.
En el México prehispánico la relación de los habitantes con la naturaleza era armoniosa. Fueron grandes conocedores de la botánica y supieron aprovechar lo que les ofrecía la tierra. Actualmente se consumen insectos comestibles, maíz, semillas de amaranto, chilacayotes, huazontles, cacao, chiles de diferentes especies y demás alimentos que desde entonces formaron parte esencial de una dieta, sin embargo, sus bondades curativas han dejado de ser tan apreciadascomo lo fueron en la antigüedad.
Amalia tuvo 10 hijos, quedó viuda a los 40 años, no tenía hermanos ni familia cerca que pudieran apoyarla, por lo que las enseñanzas de las generaciones anteriores le sirvieron de sustento. Inventó platillos con lo que tenía cerca, buscó que planta combinaba con cual otra; aprendió que con las lenguas de vaca se hacen tamales, que puede revolver las hojas de quelite, quintonil y amaranto con cebolla y huevo para crear una comida sana y notó que si el jitomate estaba caro podía hacer arroz verde con ortiga y blanco con tomillo.
Las hierbitas tienen vitamina C y minerales porque la tierra las prepara; hay que consumir lo que nos da. En las tiendas todo está enlatado, es pura química, puros saborizantes y conservadores. Todo eso es veneno para nuestro organismo, pura obesidad; en cambio, si nosotros comemos lo que nos da la tierra, vamos a estar sanos, vamos a estar bien. Además, las plantitas son baratas”, comentó la dueña de la casa de sanación mientras se disponía a lavar, cortar y mezclar lo que obtuvo de su jardín.
Roma, Francia, Nueva York y Washington, son algunos de los sitios que Amalia ha visitado para compartir la historia de México a través de las tradiciones de curación y alimentación. Además de los tratamientos con hierbas, la curandera comparte y ayuda a quienes visitan el Temazcal Amalinalitzin a seguir una serie de pasos que asegura, sirven para purificarse y vivir mejor.
Son cinco actividades las que se deben hacer. La primera es la meditación “en ella abres las manos, cierras los ojos, inhalas y exhalas cuatro veces, recuerdas todo lo que te ha pasado, lo bueno y lo malo, para luego volver a inhalar y exhalar y repetir: desde este momento yo quiero nacer a una nueva vida, todo lo vivido lo deshecho pues perdono a todas aquellas personas que pudiesen haberme ofendido”, detalla Amalia, quien revuelve las hierbas con huevo, avena, cebolla, amaranto, ajo y sal en un recipiente.
El segundo paso es la armonización, en la que se utiliza loción de rosas para esparcir por el cuerpo de quien desea sanarse; la tercera es la purificación que consiste en hacerle oración al agua, pedir lo que se necesita y contarle si se tienen problemas; la cuarta es la alimentación y la quinta el no estar triste ni enojado.
La loción de rosas se usa durante 9 días, después de bañarse. En la purificación se le pide a la agüita sagrada que retire todo mal de nosotros y en la oración se dicen los deseos. La alimentación no debe incluir ni refrescos, ni cigarro, ni comida chatarra; al menos tres veces a la semana se deben comer las hierbitas crudas”, precisa la curandera una vez que se desocupó de prender el fuego en la estufa y colocar un poco de aceite.
Otro servicio que se ofrece en el sitio de curación es el temazcal “sirve para sacar toxinas. Al entrar al vientre de la madre con devoción se habla con el fuego y con el agua, se debe dejar la flojera, el coraje y el orgullo para salir con un nuevo pensamiento, si no se entra con fe no se suda”, cuenta la mujer, quien se mueve por la cocina, dejando el tintinear de sus collares y pulseras, para poner la mezcla al fuego.
A lo largo de sus 82 años, la sanadora tradicional fue jardinera, vendió flores en una chinampa de Xochimilco, cuidó a una decena de niños, aprendió a hacer ropa, calcetines y hasta pasteles; viajó y subió montes; tomó cursos en universidades; fue acreedora de un bastón de mando y está certificada por la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades para realizar su labor de curandera; por ello, no duda cuando menciona que la base del bienestar es “quererse, cuidarse y respetarse” y que “ en las casas de sanación se encuentra salud de cuerpo, mente y espíritu”.
Amalia Salas, que saca del sartén la tortita en la que se aprecia la mezcla de hierbas, la corta y sirve los platos para degustar, empezó sin cobrar, compartiendo lo que había aprendido porque “En Xochimilco la gente es trabajadora y no escatima en brindar el conocimiento que han adquirido”.
Así, mientras atendía su puesto de flores, las personas se le acercaban para preguntarle cómo podían eliminar el mal de ojo en sus hijos, cómo curar el insomnio para el que habían intentado de todo sin resultados, cómo conseguir empleo y hasta la solución para enfermedades que parecían no tener cura.