Nuestro ser apocalíptico.

Las Reliquias del Hombre Ave por: Dr Adán Echeverría García

Queremos y creemos que todo en la vida siempre tiene solo dos opciones, águila o sol, blanco o negro, positivo o negativo, bien y mal, vida y muerte, y no queremos ver las múltiples opciones de grises que hay entre el negro y el blanco, pues ya sabemos que el color blanco resulta de la superposición de todos los colores, mientras que el negro es la ausencia de luz. Siempre hay un abanico de opciones. Para un matemático 5 más 5 siempre será 10, para un estadístico la respuesta de 5 más 5 es un número entre 9 y 11.

Lo mismo ocurre ahora con el miedo a la muerte. Creemos y estamos convencidos de que solo hay dos opciones vivir o morir, pero la vida en la que te la pasas quejándote de todo, lloriqueando por todo, sufriendo por todo, lamentándote por todo, victimizándote por cualquier cosa a tu alrededor, acaso es una forma de vivir, o más bien, reconozcamos que es una forma de mal morir. Morir apenas podría ser el inicio de algo, porque tú, yo, nosotros, ustedes, no somos más que palabras, signos, metáforas, posibilidades para la vida, habitación para la mente. Vivir entonces se da en las emociones, en las carcajadas al lado de las tristezas, la algarabía ahí junto a la pesadumbre. Siempre pensamos que el mundo se va a acabar, y claro que se va a acabar, solamente que nuestro ser apocalíptico vive continuamente en esa histeria.

Te enamoras de un hombre que es casado, y te desdices del amor porque ¿cómo puedes tú tener que pasar por eso? La vanidad siempre será el imperio. También en el amor, miramos solo la dualidad, exclusivamente, y todo lo que no sea soltero con soltera, soltera son soltero, nos parece vergonzoso, porque así nos hemos educado. ¿Por qué fijarte en alguien que tenga pareja, entonces? Lucha por todo aquello que quieres que sea tuyo, es la única manera de saber si lo tendrás o si no lograrás tenerlo. No podemos concebir que las relaciones sean la diversidad. Nos sigue espantando el Monstruo de la Infidelidad, y nos comportamos como cínicos o hipócritas de acuerdo con lo que nos sea de utilidad en el momento.

Dice la poeta Ida Vitale: “Como no estás a salvo de nada, intenta ser tú mismo la salvación de algo”, y ése debería ser nuestro manifiesto, ser la salvación de algo, de nosotros mismos, por ejemplo. Ya lo decía el poeta Salvador Díaz Mirón: “No intentes convencerme de torpeza / con los delirios de tu mente loca”, y más adelante señala: “Fiado en el instinto que me empuja / desprecio los peligros que señalas”. Porque en el poeta tiene que prevalecer la idea de empujar siempre hacia delante, incluso hacia la misma muerte.

No podemos vivir teniendo miedo. Es con base en ese miedo, que hoy muchos, sin darse cuenta, actúan como los autómatas que son, y siguen siendo pueblo doblegado (incluidos muchos de la prensa y los medios de comunicación), pues hoy todos replican (como las campanas de algún templo): ¡Quédate en casa! ¡No salgas de casa!, premisas que han ido escalando al grado de: ¡Acusa al que salga a la calle, vamos a atrapar a los que estén en la calle, y si no entienden, quemémoslos en la plaza! Wow! La maravilla.

¿Ya te viste? ¿Eres tú de los que publican ‘quédate en casa’? ¿De los que se enervan porque los pobladores de Playa Bagdad, acá en Matamoros, se han quejado porque les han arruinado la economía con su: ¡Cerraremos las playas por protección!? ¿A quien protegen? Por supuesto que no a los habitantes de dichas playas, de dichos puertos, a los que seguirán sumando en la pobreza y desesperación.

Todo eso ocurre porque nos permitimos ser presas del miedo, y por esa pesadumbre en la que viven su existencia, sin darse cuenta que: ¡Vivir es la alegría!, la sabiduría es poder siempre correr en busca de la felicidad, aunque ésta se aleje a cada rato, invitándote a seguir persiguiéndola. La vida, queridos lectores, está hecha para querer vivirla, y no para vivir encerrados con miedo de morir de gripa, de dolores pulmonares, ni por los balazos que el crimen organizado ha cimentado todos los días en nuestras voluntades. Deja ya el pensamiento aristótelico, abre tus perspectivas sobre los gradientes y la diversidad que hay a tu alrededor.