MI PAÍS ES MÉXICO.

.

Claro que mi país vale la pena. Mi país no son los partidos políticos mexicanos, nunca lo han sido, no es el futbol ni el enorme negocio que representan, no es la televisión y sus estrellas fallidas, no son los periódicos, ese otro negocio para las quejas y para azuzar al pueblo en diferentes tendencias.

Mi país es recordarme acampando bajo la estrellada noche; recuerdos con los que siento mi país, en sus aguas, sus distintos suelos, sus selvas, bosques, sabanas, lagunas costeras, montañas, sus siembras, su ganadería, sus diferentes pueblos originarios, los colores de las telas de sus ropas tradicionales, los tonos de sus idiomas. Mi país es recordarme de noche en la playa, bañándome en un cenote con todos aquellos jóvenes voluntarios que me acompañaban a poner la señalización de una reserva, o a acampar bajo la falda de un monte, contando historias alrededor de una fogata.

Mi país son sus bibliotecas donde he pasado tantas horas leyendo, sus escuelas, algunos profesores. Mi país son aquellos poetas, aquellos narradores que tanto me hacen leer, pensar, discernir, debatir. Sus músicos, sus intérpretes, y esa su creatividad.

Mi país está formado por profesionales. Los que no lo son, los que insisten en no serlo, esos no los tomo en cuenta como parte de mis conciudadanos. Profesional es aquel mecánico, aquel comerciante, aquel que vende los boletos en el metro, aquel que pone todo su empeño en hacer bien su trabajo. Aquellos que no son profesionales, no son parte de mi país, son personas dañadas por el neoliberalismo. Ese monstruo les hace creer que actúan de acuerdo a las convenciones de todos los demás. Se preocupan por lo que aparece en los periódicos sin pensar un poco en las razones de una nota tantas veces repetida. Sin pensar en Quién envía dicha información, a quién beneficia, a quién perjudica.

A mi México le han extraído la plata de las entrañas para hacer de ella solo la violencia. Transformaron el brillo plateado en la oscura vanidad, el negruzco violentar al otro. Los que hacen eso no son Mi País.

Mi país se forma de personas tan diversas y tan únicas, todas dignas de respeto. Se respeta a quién se entrega de manera profesional a su labor. El bebé a sus juegos, el niño a su diversión y aprendizaje, el joven a descubrir las posibilidades, y a interactuar con sus maestros, el adulto a transformar el mundo con sus ideas.

Los fanáticos no forman parte de mi país, ahí están adorando los dólares, adorando el sexo tomado por la fuerza, adorando la pólvora con el fin de lastimar al otro, adorando a dioses medievales, inquisitoriales, creyéndose superiores a los demás, fundando, disolviendo, volviendo a fundar las morales. Los hay fanáticos ateos, fanáticos feministas, fanáticos machistas, fanáticos del sexo, todos, igual de necios, lo mismo perversos que intolerantes con los otros. Éstos no son ciudadanos de valor, puesto que son incapaces de aceptar los derechos del otro. Los fanáticos están ahí para divertirme y hacerme reír y rabiar con sus ocurrencias.

Tal vez nunca se cansen de ser lo que son, fanáticos, pero son incapaces de construir. Su voluntad es destruir a los demás porque se encuentran incompletos por dentro.

Mi país es de profesionales, y de esos pretendo siempre rodearme. Yo les deseo ese mismo país a ustedes: un país de profesionales, de responsabilidades, de personas que caminen siempre con la frente en alto, seguros de que su vida no perjudica la vida de los demás. Uno es de donde esta.

Mis raíces se forman de humanidad y de los otros cuatro reinos de seres vivos más, de donde vengo evolutivamente; siempre dispuesto a respetar su presencia a mi alrededor.