LAS ETIQUETAS.

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Ante todo debemos comenzar por respetar al otro. El ejercicio viene a ser muy fácil, si de entrada te reconoces como el otro de los demás. Piensa siempre en el otro, pero piensa que tú eres el otro. Es tierno aquello de querer ayudar al otro, o es trágico aquello de querer vilipendiar al otro, porque es diferente a mí. Lo cierto es que, nuestra soberbia es tal, que ni siquiera alcanzamos a vislumbrar que somos el otro de los demás.

Una pareja se muda de casa. La casa que tienen ahora, ese pedacito de México del que ahora disfrutan gracias al Infonavit, es tan nueva, que luego de vivir años rentando departamentos amueblados, caen en cuenta de que no tienen nada propio, a excepción de… ahora… la casa. Y esa debe ser su alegría. Pero.., como no hay bardas, ni protectores, saben que solo dentro de la casa (como las tortugas o los cangrejos ermitaños) tienen privacidad. La calle es para todos, dicen por ahí, y cada quien es libre hacer lo que quiera en su patio.

Lo cierto es que está pareja tuvo que darse cuenta de la presencia de «los otros» cuando desde las 10 de la noche, los vecinos de atrás comenzaron su fiesta. ¡¿Qué pasará por la mente de aquellas personas que se dan cuenta –igual que los demás- que solo tienen de patio escasos metros, y que después de esa distancia comienzan las casas de los vecinos, y que inconscientemente, o valiéndoles el respeto al derecho del otro, le suben el volumen a su música?! Uno puede pensar que para una fiesta en un patio de 7 por 4 metros, bastaría una grabadora, un pequeño minicomponente, pero no… los vecinos deciden comprarse un bafle (una bocinota) con todo y amplificador, como si estuvieran solos en un estadio de soccer, o si pensarán dar un concierto. Y entonces revientan las ventanas, los tímpanos, y la paciencia de todos sus vecinos, apenas de las once de la noche del sábado, hasta más o menos las 8 de la mañana del domingo.

Claro es que la pareja nueva en el fraccionamiento, piensa de inmediato que el respeto vecinal ha sido quebrantado, y llama al 911 solamente unas cuatro veces, casi cada hora, para ver si por piedad, la policía puede hacer que los vecinos moderen un poco el volumen de la música. Lo cual no sucede. Y entonces, ya en el colmo, irritados dicen: Los vecinos son unos subnormales. Solo unos subnormales son capaces de utilizar una bocina de tal magnitud para un patio de fraccionamiento de de 7 por 4 metros, sin bardas. Ah, las etiquetas que rápido lanzamos.

Este es un pequeño ejercicio para que no caigas en eso de poner etiquetas a los demás:

No digas mi amigo gay… di mi amigo. No digas mi hijo trans, di mejor mi hijo. No digas mi hija lesbiana, di mi hija. No digas Soy Gay… di Soy. No digas el niño hiperactivo… di el niño. Piensa siempre en «el interés superior de los menores». Piensa en «los derechos de la infancia» antes de expresarte.

Cotidianamente escuchamos: Yo soy del Pri. Yo, del Pan. Yo soy católico. Yo, vegano. Yo soy LGTB(XYZ). Yo, inmigrante. Yo soy feminista. Yo, cristiano. Yo soy islamita. Yo, budista. Yo, gracias a dios soy ateo. Yo, ecologista.

Porque no dejarlo en Yo Soy el que Soy.