Imaginarse uno mismo. Imaginarse voz. Imaginarse.

Las Reliquias del Hombre Ave por: Dr Adán Echeverría García

En el principio fue la oralidad, pero el hombre descubrió su capacidad de representar por medio de signos los fenómenos a su alrededor, y darles un significado colectivo. En el principio fue la palabra y la palabra nos hizo ser carne, evidenciarnos desnudos de intelecto, asimilarnos semejantes y necesitarnos superiores.

Así los más fuertes corrieron al campo a imitar a los animales en la depredación, y los más débiles, quizá los más cínicos, se hicieron pasar por débiles y se quedaron a contemplar y consentir a las mujeres.

Se cantaron las glorias, y vaya gloria la que representa llevarse la pareja a la cama (la cueva diríamos). De ahí los pasos hacia la escritura fueron volviéndose cotidianos y reconocidos en el paso de la historia. Y los cantos se volvieron instrumento para nombrar los sucesos, alabar a los seres superiores, imaginarse los elementos que no podían entenderse hasta celebrar el concepto.

Así es como la poesía ha ido desenvolviéndose con el paso de los años, de continente a continente como se pasan los virus, se trasladaron los idiomas a galope, a vela, o por el puro encontronazo de culturas. Pero la voz se mantiene sumergida en el intelecto. ¿Cuándo la voz, cuándo el intelecto?

“La poesía se vive, se transmite entre las miradas de los paseantes, por la palabra, por los poros de la piel, por el símbolo”. De esta contundencia parte Julio César Félix para llevarnos por la palabra al descubrimiento de los símbolos que lo forman como creador. Estar ahí, detrás de la imagen, celebrar la palabra en los sentidos, celebrarse a sí mismo en este constructo de ideas que vienen a ser su Imaginario de voces. Su imaginario dividido en cuatro apartados, disímiles entre sí, unidos por un todo que es el mismo factor que los mueve, la imaginación y la entrega a sacar el jugo nutrimental de la palabra, del esteticismo. Los paradigmas, los juegos imaginativos de reflexión que se buscan desprender en el sonido: quien piensa demasiado / sufre más las horas.

Esto es / una extensión / de mí, / una hoja que sabe todo, / que no calla /… / En este conjunto de versos el autor se nos abre de golpe. Que la palabra sea una extensión de mí, reconocerlo como una hoja cerebral, ser libro y vida, caminar entre las ideas que somos del mundo, celebrar el verso de existir y no quedarse callado.

Demostrarse sabio de tristezas, pleno de aspavientos, saber que los límites existenciales son los del papel, ahí, la blancura desesperante a ser descubierta, leerse hacia adentro, leerse para todos., porque Esta noche no tiene ojos, / sino sed, /  y uno lo sabe cada madrugada frente al ordenador, sed de conocimiento, esa estrella avistada por calcetines colgados en las azoteas, permanecer así de pie hacia el horizonte, en la plena contemplación del mundo, cuando uno se ha desatado por dentro y se ha leído.

Ahora deseo romper

las cuerdas de mi lira:

embriagarme.

El autor no se conforma con saberse palabra, con mirarse intelecto desbordado, se ha dado cuenta que existe y que después de eso será la Nada. El autor sabe ahora que tiene la oportunidad de reconstruirse:

Mi liberación está aquí,

con los duendes

que despiertan

y le hablan a la luna

de sus últimos asaltos.

Quedarse paciéntemente a sentirlo. A disfrutar la sensación de verse desde adentro; el autor lo ha comprendido ya, experimentar la búsqueda y quedarse ahí libando los sueños fuera de mandrágoras y raciocinios pestilentes en que no pudo devanearse.

Tengo en el alma

siete vidas

un gato

y un espejo roto

Y la oralidad fue revindicada. El personaje que se es en sí mismo da la cara terrible, plena de luz, pleno de palabra, palabra interna y palabra que se desdobla hacia sí misma. Se cierra el círculo, se cierra la transparencia del delirio, y se mira ahí habitando el abismo de la mente, el abismo de la conciencia en que se haya envuelto, en que se abre hacia el más reciente fuego creciente. Fénix involucionado, renacedor y hacedor de paradigmas, constructor de posibilidades, es hacia ahí que este imaginario de voces nos traslada, a descubrir a su autor salir avante. Sin embargo:

Estas vías y estos trenes

andan ciegamente

hacia un jueves sin salida.

Me duele el polvo…

Ese aislamiento necesario del intelecto, que ha intentado alejarse de la parte cárnica de la pasión humana, esos días ciegos en que uno deja de mirarse para mirar al otro, regresan siempre, cotidianos a traernos la desesperación:

y ese andar tuyo

descalza

por las azoteas

de mis sueños.

Esa misma batalla cotidiana del ser pensante, que puede abandonarlo todo, menos los adentros, esa su alma que le pide regresar, pisar el suelo, pisar el sueño y mantenerse en esta evolución arcaica en la frontera de la razón / y la locura violeta de los astros.

Porque uno debe poder recomponerse. Autolimitarse a gozar de los excesos. A llorar las alegrías del disfrute de la borrachera diaria de pensarse. Uno no debe abandonarse al ritmo del otro, ni aletargarse en el disfrute intelectual de uno mismo, uno debe imaginarse, consumirse dentro de su voz, por esa callada voz de la agonía accidentada de ser la vida misma. La vida que nos rodea y nos golpea los dientes, nos masca los pezones, y nos hace despertar del ensueño para meternos dentro de la pesadilla. Y ese hombre que se era viene a rendirse en el trampolín de su lengua. A quedarse ciego ante el desengaño, o las nuevas posibilidades de comenzar todo de nuevo en todos lados / donde exista / el rápido burbujeante / de lo humano. A eso juega Julio César Félix dentro de este Imaginario de voces. Y nosotros, sus lectores, vamos de la mano del ritmo, por los toboganes sensitivos de su voz.

 

Julio César Félix. 2008. Imaginario de voces. Editorial Colibrí.