El rey de España condena la deslealtad catalana

Felipe VI pidió al Estado español asegurar el orden constitucional en Cataluña, cuyas autoridades, dijo, actuaron de forma irresponsable

El rey de España, Felipe VI, advirtió ayer que, ante la situación “de extrema gravedad” en Cataluña, los “legítimos poderes del Estado” deben asegurar “el orden constitucional”, la vigencia del Estado de derecho y el autogobierno de esa región, “basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía”.

En su primera aparición tras la violencia del domingo en el referéndum catalán, el rey aseguró que las autoridades de esa región “han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional”, y de una manera “clara y rotunda” se han situado “totalmente al margen del derecho y de la democracia”.

Felipe VI calificó el comportamiento del Ejecutivo catalán de “deslealtad inadmisible” y “conducta irresponsable” y señaló que “de una manera clara y rotunda, se ha situado totalmente al margen del derecho y de la democracia”.

Según el rey, el incumplimiento del ordenamiento jurídico se ha hecho de una manera “reiterada, consciente y deliberada” y “todos los españoles han sido testigos” de los hechos que se han ido desarrollando en Cataluña, “con la pretensión final de la Generalitat (gobierno catalán) de que sea proclamada ilegalmente la independencia de Cataluña”.

Medios del Estado español destacaron ayer el discurso “excepcional” de Felipe VI e incluso lo compararon con el que emitió su padre, Juan Carlos de Borbón, la madrugada del 23 de febrero de 1981, en plena intentona golpista en el Congreso de los
Diputados.

La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la patria, no puede tolerar, en forma alguna, acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución, votada por el pueblo español, determinó en su día a través de referéndum”, dijo el entonces rey.

Se considera que el discurso de Juan Carlos afianzó la democracia en España al rechazar secundar a los golpistas, que buscaban instaurarlo como sucesor de Francisco Franco, y salvó a la monarquía española, que entonces tenía bajos niveles de aceptación precisamente por su cercanía con el dictador.