DE LOS TALLERES LITERARIOS

Las Reliquias del Hombre Ave por: Dr Adán Echeverría García

Si no han leído el cuento «Obras completas», de Augusto Monterroso, tal vez no puedan reconocer al Fombona que vive en los Talleres Literarios. Monterroso lo ha descrito, de manera muy sutil. Tan sutil, que cuando uno lee el cuento podría pensar: ¡Qué bueno es el profesor Fombona al ayudar a su alumno Feijoo! Creer que lo ayuda, cuando lo que hace es coartarle la libertad creativa, limitar su deseo de ser poeta. Primero diciéndole: «que a pesar de todo sus versos encerraban no poca belleza», y después ponerlo a realizar revisiones enciclopédicas de referencias absurdas sobre Unamuno. Hasta encasillarlo finalmente como un «especialista en Unamuno», limitando sus intenciones de convertirse en poeta.

Por eso les presento 10 puntos para asistir y coordinar un Taller Literario:

1) Se asiste a un taller porque se tiene duda sobre algún texto, y queremos buscar la manera de resolverlo.

2) No se asiste a un taller para mostrar un texto y pensar que cuando lo lean, las personas se doblaran de rodillas adorándonos; no se asiste para pensar que con la lectura el mundo cambiará, y las personas que nos miren comenzarán a aplaudir, y nos pedirán autógrafos y las editoriales correrán a buscarnos para firmar un contrato y publicar 300 mil copias de nuestro trabajo en 8 idiomas diferentes. No.

3) A un taller se asiste con la humildad de querer aprender, y con la voluntad y el valor para presentar nuestro texto y dejar que los demás digan de él lo que piensan.

4) El coordinador que pretenda que todos escriban como escribe él; o que sin él los compañeros talleristas estarán perdidos, que mejor se dedique a otra cosa.

5) Cuando presentas un trabajo a un taller, tú tienes la última decisión de hacer con tu trabajo lo que te venga en gana. Pero eso lo decides en tu soledad, en tu casita, mientras vas al baño. No en el taller. Cuando presentes un texto en taller, escucha con amabilidad lo que tengan que decirte del mismo.

6) Cuando comentes un texto, lo primero que tienes que expresar es si te gustó o no el texto. Dilucidar, parte por parte, cada fragmento del mismo. La intención debe ser mejorar el texto. Encontrar qué fallas tiene y buscar resolverlas.

7) El autor que presenta un texto a taller, no tiene qué explicar ni antes ni después, lo que quiso o no decir, lo que le inspiró, ni nada. Un texto se debe defender solo. El autor no estará ahí cuando yo me tope el texto en una librería, o una biblioteca, y ése tiene que ser el espíritu. Luego del taller, al calor de la charla, el autor puede contarnos las mil y un maravillas de su texto.

8) Tienes que ser implacable con los textos que se presentan al taller. Buscando siempre cómo mejorarlo, no cómo destruirlo. Pensando qué cosas pueden estar mal en el texto, -es la mejor forma de corregirlo-, y decirlas, apuntarlas, señalarlas.

9) No llegas al Taller mecánico para que te terminen de amolar el carro, ¿verdad? Llegas para que lo reparen. Lo mismo el taller literario. Llegas a que lo revisen contigo, y te ayuden a repararlo. Tomarás apuntes de lo que te digan, y decidirás qué es mejor, qué aceptas y qué no aceptas de los comentarios.

10) Las opiniones siempre tienen que ir sobre los textos, no sobre la vida de las personas, ni sus gustos o filias. Cuando te toque opinar de un texto, no nos cuentes lo que dice, porque también nosotros lo escuchamos. Tu comentario no puede ser: «El texto trata de…», tiene que ser sobre estructura, la arquitectura… el valor de las palabras y los signos, su peso, su levedad; sobre quién cuenta, quién es el hablante lírico, sobre los tiempos verbales; y lo que significa cada cosa que está puesta en el texto, y de lo que pueda referenciarte.